jueves, 31 de marzo de 2011

CAPÍTULO XIX. EL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA Y SU AVENTURA CON LOS ENCAMISADOS Y EL CUERPO MUERTO



Caminaban don Quijote y Sancho y este último le decía que es probable que la causa de lo que les estaba ocurriendo la tuviera el que don Quijote hubiera faltado a las leyes de caballería, ya que no había recuperado el almete de Mambrino (casco de Mambrino: era de oro y hacía invulnerable a su portador) . Don Quijote le contesta que tiene razón y que lo del manteo pudiera ser que fuera porque Sancho es primerizo en lo de la caballería, pero que todo se volvería a recomponer. Le dice Sancho que él no juró nada al respecto y que por lo tanto nada debía. Que cumpliera don Quijote lo prometido, no fuera a ser que los fantasmas volvieran a solazarse con ellos.

Estando en esta conversación se les echó la noche encima. Tenían hambre y, a esta desgracia de no tener qué echarse a la boca, les sucedió "una aventura que, sin artificio alguno, verdaderamente lo parecía": vieron que por el mismo camino que iban venían una procesión de hombres que no parecían sino "estrellas que se movían", El miedo que infundían a esas  horas de la noche, pasmó a Sancho y a don Quijote lo intranquilizó

Don Quijote, al darse cuenta del miedo que empezaba a sentir Sancho, trató de tranquilizarlo diciéndole que en esta nueva aventura que se presentaba mostraría toda su valentía, pero  la experiencia le decía a Sancho que si el enfrentamiento era con fantasmas, sus costillas lo pagarían. Don Quijote lo volvió a tranquilizar diciéndole que no le pesaría nada.

Se apartaron un poco del camino y vieron a un grupo de veinte encamisados que llevaban unas antorchas encendidas. Detrás venía una litera cubierta de luto, seguida por otros seis encamisados todos de luto. Don Quijote se imaginó alguna situación propia de sus libros, se plantó delante del camino y le preguntó a uno de ellos por lo que llevaban en las andas y que le dijera de dónde venían y a dónde iban. No se sintió a gusto don Quijote con la contestación que le dio y le cogió la mula al encamisado por el freno. Esta se asustó, el que iba subido se cayó y uno que vino a ayudarlo, denostó a don Quijote. Embistió este contra todos con tal furia que parecía el diablo. Los apaleó y echaron todos a correr con sus lumbres encendidas, pensando que el tal diablo les quería quitar el cuerpo muerto que llevaban.
Se acercó don Quijote al que estaba en el suelo. Le conminó a que le dijese quién era. Contestó este que se llamaba Alonso López, bachiller, natural de Alcobendas y que se dirigía a Segovia a llevar el cuerpo de un hombre muerto, con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las lanzas. Se disculpó don Quijote por lo ocurrido, pues era hombre cristiano.
Llamó a Sancho, pero este no acudió hasta que no sacó de una de las mulas que llevaban los sacerdotes todos los alimentos que pudo. Se acercó a donde estaba don Quijote con el que había caído al suelo. Se dirigió Sancho al bachiller diciéndole que el que los había combatido era “el Caballero de la Triste Figura”, explicándole posteriormente a don Quijote que así era como lo vio a la luz de la antorcha, debido al cansancio que manifestaba  y la falta de muelas.
 La ocurrencia de Sancho de llamarlo de ese nombre complació a don Quijote, pues lo había incluido en una larga serie de caballeros andantes que don Quijote se permite citar por los títulos públicos con que eran conocidos y por lo tanto este sería el nombre que tomaría de ahora en adelante.
Le recriminó el bachiller lo que don Quijote ha hecho y éste contesta que él se siente cristiano y jamás pensó ofender a la Iglesia. Siempre había tenido en cuenta por qué excomulgaron al Cid Campeador. Oído esto, el bachiller se marchó.
Quiso don Quijote conocer lo que llevaban en la sepultura, pero Sancho se lo impidió argumentando que se debían pronto marchar, pues si se daban cuenta los vencidos que solamente un hombre había peleado contra ellos, podían volver y les diesen en qué entender. Dicho lo cual deberían marcharse y como dice el refrán: váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza. ( En su forma actual: "El muerto al hoyo y el vivo al boyo")
Se marcharon y tanta era el hambre que llevaban que cenaron, desayunaron y comieron, pero no disponían de agua.

Comentario
La crítica literaria sobre El Quijote se puede agrupar en dos grandes bloques: a) Los que realizan una interpretación del libro, siguiendo la propia visión de Cervantes: la historia de un loco embebido de literatura caballeresca. Es lo que se ha dado en llamar interpretación dura; b) Los que lo interpretan como un héroe, también llamada interpretación blanda. Esta última postura corresponde principalmente al Romanticismo y corriente afines. 
En esta última corriente se sitúan las de Unamuno en “Vida de don Quijote y Sancho” y la de Bloom en “El Canon Occidental”. Una y otra entran de lleno en la corriente hermenéutica de Gadamer.  Para este filósofo, interpretar es entrar en juego con el escritor. Este a su vez entra en juego con la realidad. Entrar en juego es crear ámbitos. De acuerdo con esta teoría, Cervantes entra en juego con la realidad del alma hispánica en su doble vertiente quijotesca y sanchopancesca. Siguiendo con esta interpretación podemos decir que Cervantes vivió de cerca estos dos modos de encarar la realidad de la existencia española: por una parte, aquellos que viven la vida movidos por altos ideales, tienen una visión heroica de la misma; por otra la que la viven desde lo plebeyo, desde lo rutinario y deprimente. Es  la oposición entre don Quijote y Sancho.
Don Quijote vive su existencia desde el ámbito de la heroicidad, del ayudar al otro, de la fe en la solidaridad. Sin embargo, a veces, como muy bien demostró Américo Castro, la realidad va oscilando y lo que creemos ser ejércitos, resultan se rebaños de ovejas y carneros y como en este caso, lo que don Quijote cree que son fantasmas que han robado un cuerpo, resultan ser unos humildes sacerdotes que llevan un féretro. Por lo tanto, los sentidos nos engañan muchas veces. Esta sería la lectura que desde un punto de vista hermenéutico y ambital haríamos del capítulo. Hay que tener mucho cuidado porque nuestras acciones, llevadas de buenos propósitos, a veces pueden ser perjudiciales como en este capítulo le ha ocurrido a don Quijote.
Otro de los hechos significativos en este capítulo es cuando don Quijote le dice al bachiller que nunca tuvo el propósito de ofender a la Iglesia, pues en su memoria estaba lo que “le pasó al Cid Ruy Díaz cuando su Santidad el Papa lo descomulgó”.  En este caso don Quijote recuerda la Historia que se cuenta en el romance del Cid “A concilio dentro de Roma”. Esto tiene que ver con un tema que surgió al principio: La influencia del “Entremés de los Romances” en El Quijote. El protagonista del Entremés, Bartolo, se vuelve loco de leer romances. Valiéndose de este hecho, Menéndez Pidal aprecia la influencia del Entremés en la primera parte del Quijote. Una vez más, cuando lo caballeresco le vuelve a la mente, se cruza en don Quijote un romance.
Otras lecturas del capítulo.
 Muñoz Machado en op. cit. pág. 478, advierte que "posiblemente la procesión que le sirve a Cervantes como modelo en este capítulo fuera la historia que se repetía en todas las poblaciones cercanas a Úbeda, contando lo que había ocurrido en  el traslado de los restos de san Juan de la Cruz, desde Úbeda a Segovia; este traslado fue muy conflictivo, por el valor que tenían las reliquias del cuerpo muerto. Cervantes pasó largos períodos de tiempo en Andalucía y conoció episodios que le dejarán un recuerdo imborrable porque los presenciará o se los contarán; después los recreará en sus novelas. 
El catedrático de la Universidad de la Sorbona, Agustín Redondo, especialista en el Quijote, en el libro Otra manera de leer el Quijote, considera que el fenómeno de la estantigua, la visión de fantasmas que causan pavor, estaban presentes en España y en otros lugares de Europa. Cervantes utilizó en el Quijote diversas representaciones de la estantigua. Un ejemplo es esta capítulo XIX. Sancho habla de fantasmas, se encuentran con la procesión de ánimas en pena, por lo tanto, con una estantigua".  Véase Procesiones, Almas en pena, imágenes inquisitoriales. Muñoz Machado. op. cit. págs 475- 481. 

El catedrático de Estudios Hispánicos de la Universidad de Oxford, Edwin Williamson, comenta este capítulo, partiendo de lo que sostenía la teoría literaria del Renacimiento, en el sentido de que el arte debe revelar "algo de lo maravilloso y en el Quijote lo que maravilla más que nada es la versatilidad con la que Cervantes maneja la monotonía caballeresca del hidalgo". 
En contraste con el capítulo anterior en el que en los rebaños de ovejas veía el enfrentamiento entre dos ejércitos, en contra de la opinión de Sancho y lo mal parado que sale don Quijote, en este vamos a ver la admiración de Sancho cuando el enfrentamiento de don Quijote con los encamisados acaba en victoria.
Cuando Sancho le pone el título de El Caballero de la Triste Figura, don Quijote de inmediato recuerda los títulos públicos de otros caballeros andantes: El caballero del León; el caballero de la carreta, con lo cual don Quijote ve que se va cumpliendo su misión de caballero andante.






martes, 29 de marzo de 2011

CAPÍTULO XVIII. LA AVENTURA CON LOS REBAÑOS

Con dificultades Sancho alcanzó a don Quijote. Cuando llegó, don Quijote le dijo que vio cómo lo manteaban, pero que no lo pudo evitar porque se encontraba encantado y le fue imposible saltar las tapias para evitarlo. Sancho le contestó que no era cosa de encantamientos, que eran hombres con nombre y apellido, como fue el caso del ventero Juan Palomeque el Zurdo. De lo anterior, sacaba la experiencia de que aquello les había ocurrido por ir tras de aventuras de las que no se sacaba nada. Consideraba que sería mejor volver a casa  y no andar de un sitio en otro y de mal en peor.

Don Quijote argumentaba que era propio de caballeros andantes verse envueltos en achaques de caballerías y que pronto vería cómo triunfaban en alguna batalla. Sancho replicó que hasta ahora la única batalla en la que se había vencido fue contra el vizcaíno, y aún salió mal parado don Quijote, pues perdió media oreja y media celada; desde entonces lo único que han recibido han sido palos y más palos y él, en concreto, un duro manteo.

Sentía don Quijote lo que le había ocurrido a Sancho y le decía que deseaba encontrar una espada que sirviera contra los encantadores, similar a la de Amadís. Sancho, con ironía,  le contestó que él era una persona con suerte, y la espada serviría como el Bálsamo de Fierabrás, útil para el caballero, pero no para el escudero.

Estando en esto divisaron dos grandes polvaredas que en sentido opuesto se acercaban. Se trataba de dos manadas de ovejas y carneros. Creyó don Quijote que iba a entrar en una nueva aventura y así se lo dijo a Sancho.  En su calenturienta fantasía de "batallas, encantamentos, sucesos, desatinos, amores, desafíos que en los libros de caballerías se cuentan constituían el marco del pensamiento del caballero. Estando en esto, Don Quijote vio dos ejércitos y supuso que uno era el del emperador Alifanfarón y el otro, el de su enemigo Pentapolín del Arremangado Brazo, rey de los garamantas y buen cristiano. Se pondría de parte de este y ganaría noble y eterna fama.

Don Quijote explicó la causa del enfrentamiento y por qué deberían intervenir. Sancho dijo que la causa era noble y que él también participaría: se trataba de impedir que una princesa cristiana se entregara por esposa a un colérico seguidor de Mahoma,  pero que le preocupaba su rucio, porque no estaba para tales batallas. Contestó don Quijote que lo dejara a su ventura, pues con su intervención conseguirían muchos caballos. Así pues, decidieron subirse a una loma para ver el enfrentamiento.

Don Quijote de inmediato, llevado de su loca fantasía empezó a ver los personajes de sus  libros de caballerías  enfrentándose los unos con los otros, describiendo con gran fuerza poética los personajes y el ambiente, lo cual dejaba a Sancho "colgado de sus palabras"

Sancho le advirtió de inmediato que aquellos no eran ejércitos, sino dos bandadas de ovejas y corderos. Don Quijote le respondió que el miedo que tenía le impedía ver la realidad, pues “uno de los efectos del miedo es que turba los sentidos y hace que las cosas no parezcan lo que son”. Sin explicar más se lanzó contra ellos. Los pastores le pidieron que se alejase, pero al ver que don Quijote no hacía caso, cogieron las hondas y lo machacaron a pedradas, dejándolo por muerto. A la primera pedrada, don Quijote quiso reponerse con el Bálsamo de Fierabrás, así que tomo un trago. Cuando Sancho llegó, después de maldecirse por ir con don Quijote, éste le pidió que le viese la boca, pues le faltaban dientes. Cuando Sancho se acercó, don Quijote vomitó sobre él. Del asco que sintió vomitó a su vez Sancho sobre el caballero, quedando los dos como de perlas.

Se levantó don Quijote y se acercó a Sancho para consolarlo, pues se encontraba muy triste por lo acontecido. Don Quijote le dijo: “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto se ha de serenar el tiempo, porque no es posible que ni el mal ni el bien sean durables”.

Le dice don Quijote que las desgracias son para él, pero Sancho replica que también tiene sus quebrantos, que van desde la pérdida de las alforjas al manteo que recibió. Se sorprende don Quijote de que no lleve las alforjas, pues en ellas iba la comida, pero trata de consolar a Sancho, argumentándole que “Dios que es proveedor de todas cosas, no nos ha de faltar, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua”. Oído lo anterior, Sancho le contesta que sirve para predicador, respondiendo don Quijote que de todo han de saber los caballeros andantes, pues nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza.

Decide don Quijote que sea Sancho el que elija el sitio para dormir, pero le pide antes que le mire las muelas que le quedan en la boca. Le dice Sancho que solamente tiene dos muelas y media arriba y ninguna en la parte de abajo, a lo que contesta don Quijote que hubiera preferido que le hubieran derribado un brazo, pues “la boca sin muelas es como molino sin piedras, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”.

Prosiguieron su jornada, quejándose don Quijote del dolor de sus quijadas.

Comentario

El catedrático de Estudios Hispánico de la Universidad de Oxford, Edwin Williamson, comenta  este capítulo, poniendo el foco en la locura de don Quijote, atribuyéndola a la autoridad que el caballero atribuye a los libros de caballerías. No es la alucinación lo que provoca su locura,  es decir, no es que don Quijote deje de percibir la realidad porque sus sentidos no funcionan, sino que aquello que ve, oye o siente,  lo interpreta de acuerdo con los recuerdos de las lecturas de sus  libros; por esta razón le dice a Sancho que quiere encontrar una espada como la que encontró Amadís de Gaula; y por la misma razón, el recuerdo de cuando le quitó al barbero la bacía, creyendo que era el Yelmo de Mambrino, en I,2, sem celebrará el juicio de bacía o yelmo en I.45. Estos puntos de vista dan lugar "al perspectivismo que algunos críticos quieren ver en Cervantes"
Si don Quijote no encuentra rasgos de sus  libros de caballerías en lo que ve, observará la realidad como una persona normal, como otro cualquiera, con dichos ingeniosos, como subrayo en negrita en el blog.
En la aventura de los rebaños de ovejas que vemos en este capítulo, don Quijote llega ya al máximo de la interpretación caballeresca: lo que ve es lo que el recuerdo del enfrentamiento de dos ejércitos hay en su memoria, de acuerdo con lo que había leído. "Las disputas sobre la naturaleza de lo real constituyen una de las fuentes cómicas del Quijote: es lo que ocurre en el juicio del Yelmo de Mambrino que antes se vio.
Cervantes siempre vuelve a la realidad que nos da la experiencia, a veces de una forma asombrosa, como cuando don Quijote vomita sobre Sancho cuando éste le mira la boca para verle las muelas  y del asco que siente, Sancho le devuelve el, vómito. Como dice el profesor Williansom, "Cervantes es el gran maestro de la modulaciones tonales."


Uno de los aspectos principales del libro son los diálogos como ya hemos dicho antes. Son tan específicos estos diálogos, como apunta Bloom, en el Canon de la Literatura Occidental, que han quedado marcados por la cortesía con que se van oyendo los dos personajes. El ensayista y neurocientífico, Angus Fletcher, en Los colores de la mente, nos dice sobre don Quijote y Sancho que “Todo lo que piensan cada uno de ellos es sometido a examen o crítica. Mediante un desacuerdo, casi siempre cortés, gradualmente establecen una zona donde dan rienda suelta a sus pensamientos, y de cuya libertad se aprovecha el lector para reflexionar sobre ellos”.

En efecto, en estos diálogos encontramos la voz de Cervantes sobre los provechos que deseaba que los libros tuvieran. Se han destacado en negrita las advertencias que Cervantes realiza. Dentro de estas, es de destacar la que don Quijote le dice a Sancho sobre el saber que han de tener los caballeros andantes, pues “nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza”. En esta frase hay un atisbo de la vida de Cervantes: su actuación como soldado y su oficio de escritor.  

Otro aspecto importante es el valor que la experiencia tiene para conocer la realidad. Cuando don Quijote le dice a Sancho que desea tener una espada que sea útil frente a los encantadores, Sancho, llevado de su experiencia con el Bálsamo de Fierabrás, le contesta con una adveración tan cierta como sufrida por él mismo con dicho Bálsamo: útil para el caballero, pero no para el escudero.

Cuestión aparte es la gracia chocarrera de los vómitos, que nos recuerdan el humor primitivo y crudo del siglo XVII.


lunes, 28 de marzo de 2011

CAPÍTULO XVII. EL BÁLSAMO DE FIERABRÁS Y LA SALIDA DE LA, VENTA



Se despertaron don Quijote y Sancho e iniciaron una conversación refiriéndose a lo mal que se encontraban por la paliza que les habían dado. Don Quijote le dijo que estaba recibiendo a la seductora hija del ventero cuando recibió del guardián de la doncella unos puñetazos tan fuertes que le provocaron sangre por la boca. Sancho se quejaba de que sin ser caballero andante, también lo habían aporreado.

Entró el ventero en el camaranchón  a interesarse por don Quijote. Al verlo despierto, le preguntó en términos amables, pero poco corteses para un caballero andante,  que cómo se encontraba. Don Quijote se sintió ofendido por la forma en que le habló el ventero y contestó desacertadamente. Irritado por la respuesta el ventero lanzó el candil sobre la frente de don Quijote, provocándole unos chichones. Al verse así le pidió a Sancho que le trajese sal, aceite, vino y romero para hacer el Bálsamo de Fierabrás (remedio mágico de la literatura caballeresca medieval)

Trajo Sancho lo que le pidió don Quijote. Hizo el bálsamo, cociendo los ingredientes anteriores; se bebió casi media azumbre (casi un litro) y vomitó lo que tenía en el estómago.. Durmió después más de tres horas y se levantó muy aliviado.

Debido a la mejoría que experimentó don Quijote, quiso Sancho probar el famoso bálsamo y, tomándose el que quedaba empezó a sudar de una manera que creía morirse. Se acostó sobre una estera, se cubrió con una manta y "empezó a desaguarse  por ambas canales con tanta prisa que ni la estera ni la manta fueron más de provecho".  Según don Quijote, a Sancho le había provocado unos efectos diferentes a los suyos, debido a que Sancho no había sido armado caballero andante.

Don Quijote que se encontraba bien quiso partir rápidamente, así pues ensilló a Rocinante y enalbardó el rucio de Sancho.

Se disponían a salir de la venta. Don Quijote se dirigió al ventero, tomándolo como señor del castillo y diciéndole que, como caballero andante, se ponía a su disposición. El ventero contestó  que no era señor de ningún castillo, que aquello era una venta y que  sólo necesitaba cobrar. Don Quijote lo llamó sandio y mal hostelero y, picando a Rocinante, salió rápidamente de la venta.

El ventero se dirigió a Sancho pidiéndole que le pagara, pero él contestó con el mismo razonamiento de don Quijote. Si los caballeros andantes no pagaban, tampoco lo hacían los escuderos. Ante esta situación, los presentes, entre los que se encontraban unos mozos movidos, juguetones y algo taimados,  se dirigieron  a Sancho y con una manta lo mantearon como perro por carnestolendas (Era costumbre mantear perros por Carnaval). Sancho daba gritos, a estos acudió don Quijote y, desde la tapia pudo ver cómo manteaban a Sancho.  Cuando lo dejaron, quien únicamente acudió en su ayuda fue la compasiva Maritornes, le trajo agua, pero él pidió vino.

Cuando bebió, salió también rápidamente de la venta Sancho, aunque sin sus alforjas con las cuales se quedó en prenda el ventero.



Análisis
El profesor de la Universidad de Berkeley, Luis Andrés Murillo, pone el foco de su comentario en la sátira cómico burlesca que Cervantes realiza de la literatura caballeresca. Para ello, Cervantes ha elegido el Bálsamo de Fierabrás (bálsamo milagroso de la literatura caballeresca, con el que Oliveros se curó de las heridas que le causó el gigante con el que luchó). El bálsamo, que ya se lo anunció don Quijote a Sancho en el capítulo 10, cuando quedó herido en la oreja en su el vizcaíno, se combinan, la pelea,  la magia, (según don Quijote todo lo curaba). las fantasías eróticas de don Quijote( cuando era curado por la mujer del ventero y su hija) y por último la atracción sexual que la hija doncella despertaba en don Quijote. 
Todo lo anterior desemboca en la sátira cómico burlesca de don Quijote, rehusando pagar al ventero, después de haber bebido el brebaje y vomitado; el pobre Sancho, que tantas esperanzas tenía en el bálsamo, después de beberlo, sufre el paroxismo de desaguarse por ambas canales y ser manteado por los mozos en la venta, después de haber sido abandonado por don Quijote.
Cervantes ha dejado claro, una vez más, los efectos cómicos de los productos de la lteratura caballeresca.


La psicología de Sancho, apunta el filólogo, Catedrático de la Universidad de Madrid, poeta y Académico de la Lengua Española, Dámaso Alonso, en Sancho-Quijote,  Sancho-Sancho,   “es, en su desenvolvimiento, un largo proceso de engaño y desengaño, es decir, de un tipo característico del realismo psicológico, de la pintura de las almas en la literatura española…”

Un claro ejemplo de lo anterior es lo que ocurre en este capítulo. Sancho estaba ilusionado con el Bálsamo de Fierabrás. Lo manifestó en los capítulos anteriores, dando a entender que con aquello se podía ganar dinero.

Don Quijote, después de tomárselo y vomitar quedó como nuevo. Sancho, que tenía fe en su amo, quiso seguir su ejemplo, pero le sucedió lo contrario: cuando se lo tomó le produjo bascas (nauseas, malestar), sudores y dolores de muerte.

Cuando don Quijote se lo vuelve a ofrecer, Sancho contesta: “!Guárdese el licor con todos los diablos, y déjeme a mí!.

Sancho ha pasado de la ilusión al desengaño. Es la tosca realidad con la que nos encontramos todos los días.


Cuando Sancho es manteado por los mozos alegres y apicarados que estaban en la venta, lo pasa muy mal y solamente Maritornes le ofrece primero, agua; posteriormente y a ruego de Sancho, vino. Maritornes, la moza que se refocilaba con los arrieros, que les daba satisfacción a lo que le pedían, también accede, como dice Cervantes, con “espíritu cristiano”, a ofrecerle a Sancho vino, pagándolo de su bolsillo. 
Otro de los aspectos que destacan en el capítulo es la actitud de Sancho cuando tiene que pagar en la venta. Actúa como su amo, don Quijote. Tenemos que preguntarnos por qué actúa así Sancho. La respuesta está en el concepto de verdad que Cervantes nos da en el libro. Este aspecto ha sido muy bien estudiado por el Catedrático de la Universidad de Londres,  Alexander A. Parker en “El concepto de verdad en el Quijote”. Este autor sigue el concepto de verdad que Cervantes nos da en el capítulo XI: “La verdad se oscurece por el engaño, la malicia y los interese de las personas”. A Sancho le vale el testimonio de don Quijote para irse sin pagar como hizo su amo. La realidad era otra, pero quiso interpretarla como le interesaba.

jueves, 24 de marzo de 2011

CAPÍTULO XVI. LA AVENTURA ERÓTICA EN LA VENTA


Don Quijote, atravesado en el asno, llegó a la venta. A la pregunta del ventero, Sancho contestó que se había caído desde una peña. La mujer del ventero, caritativa, su hija y la criada Maritornes: tuerta, fea, algo enana y jorobada, ayudaron a Sancho a acostar a don Quijote en un camaranchón (desván de la venta) que en otro tiempo fue pajar.
Mientras alumbraba Maritornes, la mujer y la hija del ventero, doncella, de buena presencia embadurnaron el cuerpo de don Quijote; como le vieron el cuerpo acardenalado, le preguntaron a Sancho y éste contestó que al caerse se había dado contra las piedras. Les pidió Sancho que dejaran algo de emplastos para él, pues le dolía el cuerpo, como si le hubieran dada mil palos, solamente de ver como caía su amo.  Preguntó Maritornes que quién era don Quijote;  Sancho contestó que don Quijote de la Mancha, caballero aventurero que ,en un abrir y cerrar de ojos ,podía verse emperador como ser apaleado. También le dijo que muchas veces se busca una cosa y se halla otra.
Intervino don Quijote para darles las gracias por lo que estaban haciendo, elogiando a la hermosa doncella, mientras susurraba su amor por Dulcinea. Ellas no entendieron las razones de don Quijote, si las intenciones amorosas con las que lo decía.
El arriero había quedado en refocilarse aquella noche con Maritornes. Compartían habitación don Quijote, Sancho y el arriero. Este, que era un rico de Arévalo, debía de ser pariente del autor de la historia, pues, según el narrador editor, nos la cuenta toda, con pelos y señales, y no como los historiadores, que se dejan lo más importante. Del dolor que tenían, tanto Sancho como don Quijote, no podían dormir. Con la venta en silencio y sin luz, el arriero esperaba a Maritornes. Don Quijote se imaginaba que la hija del señor del castillo se había enamorado de él y que aquella noche acudiría a su lecho, pero no yacería con ella por no ser infiel a Dulcinea.
Entró Maritornes en el camaranchón, oliéndole la boca a ensalada trasnochada.  Don Quijote, que pensaba en la hija del ventero, al oírla, extendió los brazos, la cogió, la sentó en la cama y le tocó el vestido.
Don Quijote le dijo, en pulido lenguaje, que le gustaría complacerla, pero que se lo impedía el malestar que tenía y la fidelidad a su dama. El arriero, que esperaba con ansiedad a  Maritornes, oía escamado lo que don Quijote decía y  al percibir el arriero que Maritornes quería soltarse y don Quijote no la dejaba,, se acercó con sigilo y le dio tal puñetazo en las quijadas a don Quijote, que le dejó la boca llena de sangre. Después se subió encima de él y lo vapuleó.
La cama en la que estaban el arriero, don Quijote y Maritornes, cayó al suelo. El ventero oyó el ruido y de inmediato pensó que sería alguna aventura de Maritornes. Entró en la habitación, Maritornes al verlo, se metió en la cama de Sancho; éste, que soñaba, le empezó a dar golpes a la sirvienta, esta a él, el arriero a Sancho, el ventero a Maritornes y todos contra todos, pues se apagó el candil que llevaba el ventero. 
Un cuadrillero de la Santa Hermandad, que estaba en la venta, entró en el camaranchón, creyó que don Quijote estaba muerto. Quiso detenerlos a todos y cada uno se escapó por donde pudo.    

Comentario
El catedrático de la Universidad de Berkeley, California, Luis Andrés Murillo, hace una lectura del capítulo, tomando como punto de referencia el tema de" la castidad del caballero". Don Quijote prefiere mantener, en su fantasía, la fidelidad a Dulcinea a engañarla con la hermosa doncella del castillo.
Reconoce el autor que muchos comentaristas ven el capítulo, desde la vertiente del psicoanálisis, como el de una sexualidad reprimida, tomando como referencia la forma como don Quijote retiene a  Maritornes, "expresión más directa de un deseo sexual reprimido que mantiene el hidalgo a lo largo del libro". Esta expresión es la que va a utilizar Cervantes para contarnos las consecuencias más cómicas que se producen, como si fuera un gracioso entremés para alegrar y divertir a sus lectores.
También podemos ver el capítulo Este capítulo como un reflejo de  los  consejos que Cervantes nos da en el prólogo: “Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se nueva a risa, el risueño la acreciente..”.  Daniel Eisenberg, en La interpretación cervantina del Quijote, dedica un capítulo al estudio del humor en la obra. ( Véase lo que se dijo en el comentario del capítulo I). La tesis del médico y humanista del XVI López Pinciano, Filosofía Antigua Poética:  el fin de la obra es instruir y deleitar,  se cumple aquí. Curan a don Quijote y se acuesta a descansar; sin embargo, la enfermera de Sancho, Maritornes, les provoca después el peor de los descalabros.
Por otra parte, la simpleza de Sancho conlleva la gracia de la respuesta que le da a la hija del ventero, sobre cómo se le han producido a él los cardenales.
Por otra parte, de la lectura del capítulo se extrae también la conclusión de que cuando las relaciones sexuales son fuera del matrimonio, se obtienen resultados como los que le ocurren a Maritornes y al arriero. Cervantes, que creía que la literatura también tenía que educar, lo ejemplifica en este capítulo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

CAPÍTULO XV. LOS ARRIEROS YANGÜESES APALEAN A ROCINANTE Y A DON QUIJOTE


Cuenta Cide Hamete que don Quijote y Sancho continuaron por el mismo bosque por el que se metió Marcela, con intención de encontrarla.  No la hallaron; llegaron a un prado a la hora de la siesta y se sentaron a comer y a descansar. Dejaron en libertad a Rocinante y al rucio. Había por allí unas yeguas de unos arrieros yangüeses (Naturales de Yanguas, nombre de dos pueblos, uno de Soria y otro en Segovia). Rocinante, se puso rijoso (lujurioso, inquieto por la presencia de una hembra) y se dirigió a las yeguas con intención de pasar un buen rato con ellas, pero los arrieros  lo repelieron sin miramientos. Estos, al ver que Rocinante seguía  molestando a sus yeguas, le dieron tal sarta de palos que lo dejaron en el suelo. 
Don Quijote cuando vio lo que habían hecho con Rocinante, le dijo a Sancho que tenían que intervenir para vengar al caballo. En un principio, Sancho se resistió, pero al ver a don Quijote cómo le daba un golpe a uno de los arrieros, decidió intervenir. Ellos eran más de veinte; al verlos a los dos solos, cogieron sus estacas y los molieron, dejándolos tirados junto a Rocinante, que aún no se había levantado. Ahí se podía ver –comenta el narrador-  lo que son capaces de hacer las estacas puestas en manos rústicas y agraviadas
Cuando se levantaron, Sancho pidió de inmediato el bálsamo de Fierabrás, del que le había hablado don Quijote, para curarse; éste le contestó que pronto lo tendría. A don Quijote le preocupaba haber tergiversado las leyes de caballería, pues un caballero no debería enfrentarse con gente ruin como aquella. Por esta razón le pedía a Sancho que la próxima vez se enfrentara él con gente de tal ralea. Con voz lastimera, Sancho se lamentaba de haber intervenido, pues era persona pacífica y jamás se había metido ni se metería en trifulca alguna.
Don Quijote le recordó que cuando fuera gobernador de la ínsula debería tener valor para defenderla, pues en las conquistas,  “el nuevo posesor debe tener entendimiento para saberse  gobernar y valor para ofender y defenderse en cualquier acontecimiento”.
Sancho, que estaba molido, le contestó que no estaba para pláticas, que debían ayudar a Rocinante y que jamás creyó lo que vio en él. Lo cual le llevaba a pensar lo que se dice: “que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida”.
Sancho le preguntó a don Quijote que si era frecuente entre los caballeros andantes salir con tanta frecuencia tan mal parados, a lo que éste contestó que los caballeros andantes siempre estuvieron sometidos a los triunfos y a las derrotas, poniéndole el ejemplo de Amadís de Gaula, que llegó a recibir doscientos azotes y al Caballero del Febo que, a traición, le pusieron una lavativa de arena, nieve y agua. Se quejó Sancho de los estacazos que le dieron, de los cuales se acordaría siempre. Le respondió don Quijote que no hay memoria que el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma”.
Deciden ir a ver a Rocinante, pues había quedado mal parado y continúan con su diálogo lleno de razonamientos. Dice Sancho que se maravilla de que su rucio haya quedado “libre y sin costas” (absuelto y sin tener que pagar los gastos del proceso) a lo que contesta don Quijote que “Siempre deja la aventura una puerta abierta en las desdichas para dar remedio a ellas”, razón por la cual le vendría bien subir en el rucio, pues Rocinante no estaba para tal. A la afirmación de Sancho de que hay diferencia entre ir a caballo e ir subido en asno, vuelve a argumentar don Quijote que las heridas que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan”.
Quiso don Quijote terminar el diálogo, pues estaba anocheciendo y era conveniente salir del lugar. Sancho le ayudó a subir en el rucio y puso de reata a Rocinante (ató a Rocinante al asno), llevando él al asno del cabestro cuando vieron una venta que don Quijote creyó que era castillo. Llegaron a ella y Sancho se introdujo con toda su recua.

Comentario

El crítico literario y Catedrático de la Universidad de Yale, Harold Bloom, en El canon occidental dice que “ La relación entre don Quijote y Sancho, cariñosa y a menudo irascible, constituye la grandeza del libro, más incluso que el vigor con que se representan las realidades naturales y sociales…No se me ocurre una amistad comparable n toda la literatura occidental”.
 En efecto, los dos personajes dialogan con gran cortesía. Los argumentos de uno son analizados rápidamente por el otro. En bastantes de las respuestas de don Quijote,  encontramos sensatez: don Quijote desea intervenir al ver cómo apalean al pobre Rocinante, creyéndose con valor suficiente para enfrentarse a los yangüeses, Sancho rápidamente le advierte del error. Cuando Sancho se queja de que es una persona tranquila y no tiene valor para enfrentarse a nadie, don Quijote rápidamente le comenta que para ser gobernador de la ínsula se ha de tener entendimiento para gobernarse y valor para defenderse.
Cuando Sancho opina sobre el comportamiento de Rocinante dice que “es menester mucho tiempo para venir a conocer a las personas, y que no hay cosa segura en esta vida”.
Al quejarse Sancho de que siempre se acordará de los palos recibidos, don Quijote le contesta que no hay memoria a quien el tempo no acabe.
A los comentarios de Sancho referidos a que su rucio es el único que ha salido bien en esta aventura, rápidamente responde don Quijote que siempre deja la aventura una puerta abierta a las desdichas para dar remedio a ellas.
Por último, cuando Sancho le dice a don Quijote que hay diferencia entre el ir a caballo o atravesado como costal de basura, responde don Quijote que “las heridas que se reciben en las batallas, antes dan honra que la quitan.”
Tanto las respuestas de uno como de otro nos obligan a reflexionar. Con razón dice Bloom que Cervantes, junto con Shakespeare y Montaigne son escritores sapienciales.
El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Berkely en California, Luis Andrés Murillo. comenta este capítulo, desde los dos polos con que es visto el tema del amor pastoril de los capítulos anteriores: a) el amor loco masculino de Grisóstomo por Marcela termina con el suicidio de Grisóstomo por el rechazo de Marcela; b) El femenino de Marcela expresa la voluntad y castidad de no amar-
El amor al que se refiere esta capítulo es el amor rijoso, que se puede apreciar tanto en los animales como en el hombre ante la presencia de la hembra. Cervantes nos lo muestra de una manera cómica utilizando la metáfora del rijo de Rocinante ante la presencia de las yeguas "al querer refocilarse con ellas), el rechazo de estas y las consecuencias: salir molido por los palos que le dan los dueños de las jacas.
El cuerpo de la narración, para el profesor Murillo, parte del estado en que quedó don Quijote cuando se enfrentó;: a) con los molinos de viento,( 1. 8), se le rompió la lanza; b) enfrentamiento con el vizcaíno (1.9 ), perdió la celada, por tanto, don Quijote no lleva una espada caballeresca, sino una espada corta, ya que solamente consigue romperle "un sayo de cuero a uno de los yangüeses. Las supuestas armas de Sancho son  las de la fantasía de don Quijote al decirle que "cuando se enfrenten a gente que no sean caballeros, "pon tu mano en tu espada y castígalos muy a tu sabor", contestando Sancho con la ironía "apenas puse a mi tizona (alude a una de las espadas del Cid Campeador), me santiguaron los hombros con sus pinos ( es decir, con sus estacas).
El hilo narrativo de Cervantes ha ido preparando la inversión burlesca de la aventura amorosa, entrelazando magia: -Sancho le recuerda a don Quijote la necesidad del Bálsamo de Fierabrás para curarse de los palos recibidos- ,el dolor fisiológico y el instinto animal (sexual) que provocó la paliza.



martes, 22 de marzo de 2011

CAPÍTULO XIV. LA CANCIÓN DESESPERADA. DON QUIJOTE DEFIENDE LA LIBERTAD DE MARCELA


Vivaldo empezó a leer la canción desesperada de Grisóstomo. Aparece en ella el autor como una persona terriblemente dolida por el despecho que le ha hecho Marcela. Su dolor es tan grande que ni siquiera el aullido y las quejas de dolor de los más fieros animales pueden comparársele en su intensidad. Sus quejas se extenderán por todo el mundo. No hay asomo de esperanza. Ante esta situación desea vehementemente un hierro o una soga para quitarse la vida. A esto lo lleva la hermosura y frialdad de la amada. Pero no quiere que por ello se turbe, al contrario, que sea para ella una fiesta. Desea que todos los mitos del sufrimiento se refugien en él antes de arrojarse al vacío.
Los presentes dijeron que no se correspondía lo que decía la canción con lo que se comentaba sobre el buen crédito y fama de Marcela. Estando en esto apareció Marcela. Cuando esto ocurrió, Ambrosio le recriminó su presencia, pues, según él, ella había sido la causa de la muerte de Grisóstomo. A esto respondió ella defendiéndose en un largo parlamento
Comienza su discurso Marcela diciendo que está allí para recriminar a todos aquellos que creen en las razones de Grisóstomo. Empieza diciendo que si ella es hermosa es porque el cielo  lo ha querido; pero no por ello está obligada a amar a quien la ama. No debemos desear todo lo que es hermoso, pues siendo esto múltiple, múltiple sería el deseo y la voluntad, lo cual sería un error por lo mucho que nos confundiría. Y “el verdadero amor no se divide y ha de ser voluntario y no forzoso”. A partir de aquí, razona Marcela: “si el cielo la hubiera hecho fea, ¿tendría que quejarse porque no la querían?”. Continúa razonando Marcela desde el plano moral, diciendo que la honra y las virtudes son adornos del alma. Si una persona se enamora del cuerpo, no por eso se debe perder la honestidad, que es patrimonio del alma, por complacer al deseo del amante. Dice que vive en la soledad de la naturaleza y ella es su compañera. Si los deseos se mantienen con esperanzas, ella no ha dado ninguna a Grisóstomo, por lo tanto, lo ha matado su porfía contra la esperanza, que nunca ella le mostró. Continúa diciendo que ella "nació libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía...Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con la esperanza, no habiéndole yo dado ninguna a Grisóstomo, ni a ningún otro, bien se puede decir que antes le mató su por fía que mi crueldad"  ( Según el Académico y Catedrático Literaturas Hispánicas Medievales , Francisco Rico, "Además de un alegato en defensa de la libertad de elección por parte de la mujer, el razonamiento de Marcela es una crítica de las explicaciones que el neoplatonismo renacentista daba del fenómeno amoroso. La mujer decidida e independiente es uno de los personajes favoritos de Cervantes y aparece repetidas veces en el Quijote"). El Quijote, pág, 128
 Una vez que terminó, se alejó de los que estaban. Don Quijote que también estaba presente dijo que no se atreviera nadie a seguirla, pues había demostrado con claras y contundentes razones que ella era libre, honrada y honesta y para nada tenía que ver con la muerte de Grisóstomo.
Las razones de don Quijote convencieron a todos y nadie se atrevió a seguirla. Enterraron el cuerpo de Grisóstomo, diciendo Ambrosio que mandaría poner un epitafio en la tumba, explicando la causa de su muerte.
Esparcieron flores en la sepultura y se separaron. Vivaldo le dijo a don Quijote que lo acompañara a Sevilla porque encontraría muchas aventuras. Contestó que antes tenía que limpiar de malhechores aquellas tierras y ofrecerle sus servicios a Marcela
Comentario
Nos encontramos con un capítulo en el que se oponen la locura que manifiesta Grisóstomo en la Canción Desesperada a la sindéresis que muestran Marcela y don Quijote en sus razonamientos. Especialmente el discurso de la primera. Como demuestra muy bien el catedrático de Historia de las literaturas románicas Martín de Riquer, en Aproximación al Quijote, “el estilo está perfectamente adecuado a la trama principal de la novela”.
 Con este capítulo termina la novela pastoril de Marcela y Grisóstomo. Era un género de novela muy en boga en la época y Cervantes se hace eco de ella. Los protagonistas eran unos pastores idealizados o pastores poetas como es el caso de Marcela y Grisóstomo.
 El discurso de Marcela pertenece al oratorio y es un ejemplo de la heterofonía de la obra. Con su discurso, Marcela ingresa de pleno en defensa de la dignidad de la mujer. Marcela pretende convencer a los oyentes de su inocencia y lo consigue. Empieza su discurso hablando de la naturaleza de la hermosura, para pasar después a explicar las circunstancias que la acompañan. Se centra después en la muerte de Grisóstomo y las circunstancias relacionadas con la causa, para terminar hablando de la honestidad y su naturaleza a la que prosigue. Su influencia en el ánimo de los oyentes es tal que todos se quedan parados y ninguno la acosa. Don Quijote, con gran cordura,  asume todo lo dicho por ella.
Cervantes se adelanta en el tiempo y nos describe personas con valores intemporales. Este es el caso de Marcela. Prototipo de mujer independiente, defensora de su libertad. Defiende ella, con gran razón, que no se puede someter una persona a otra simplemente porque uno de ellos esté enamorado del otro. El amor es una ecuación y ha de ser correspondido por los dos. Por encima de todo la persona tiene que ser libre para aceptar al otro. Es una ley de la naturaleza, y esta ley no se puede franquear. Así debe ser, pues cuando ese sentimiento no está establecido, difícilmente se puede crear. Las palabras de Marcela "Yo nací libre, y para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos", le sirven, entre otras  razones  al intelectual, diplomático y escritor,  Salvador de Madariaga, en Cosas y gentes, ed. Espasa. pág. 94, a preguntarse "¿Cabe considerar a Cervantes como un hombre representativo del siglo español en que vivió?...¿ estas palabras no suenan ya al XVIII y a Rousseau?... Con Rabelais y Montaigne, es Cervantes uno de los precursores de la era de la razón. Los tres grandes libros, Gargantúa,  los Ensayos y el Quijote, jalonan las etapas del espíritu europeo en el camino que lleva de la era caballeresca de los grandes monarcas europeos hacia los tiempos modernos"
 Esta es la lección que Cervantes nos da en este capítulo. Con este discurso, la voz de Marcela se convierte en paladín de los derechos de la mujer e ingresa por derecho propio en las voces próceres de los derechos civiles:  una razón más para saber por qué Cervantes es un clásico.
El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Valladolid, Javier Blasco, cuando comenta este capítulo llega a la conclusión y siguiente tesis: si la novelas pastoriles es un género en los que la tiranía del amor, se impone por encima de cualquier otra circunstancia, Cervantes critica esta literatura pastoril, apostando por la libertad como valor supremo, que es lo que objetivo de la alocución de Marcela, después de haber oído la Canción Desesperada que dejó Grisóstomo y leyó su amigo Ambrosio. El marco en el que se encuadra la alocución de Marcela es el de debate o cuestión de amor y la forma que adopta este debate es la de un proceso judicial, con tres partes: presentación de hechos, intervención de testigos y acusadores y presentación de pruebas contra Marcela.
El razonamiento de Marcela nos muestra cómo ella se rebela contra el neoplatonismo en el que se inspiraba la literatura pastoril, pues como dice Marcela: "que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, serían un andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar". Evidentemente sería una filosofía amorosa que terminaría en un caos. En la segunda parte de su discurso, Marcela introduce el concepto de "honestidad" y de ahí deriva al tema de la libertad.  Con ello, como dice el profesor Blasco, Cervantes destruye la ficción bucólica y exalta el nuevo mito de la libertad en el amor. 

lunes, 21 de marzo de 2011

CAPÍTULO XIII. DON QUIJOTE ACUDE AL ENTIERRO DE GRISOSTOMO Y CONVERSA CON VIVALDO

Se levantaron muy temprano los pastores para ir al entierro de Grisóstomo. Llamaron a don Quijote y éste le ordenó a Sancho que enalbardase (pusiese la albarda al asno) a Rocinante para acompañarlos. Pronto se pusieron en camino. Se incorporaron a un grupo de seis pastores, vestidos de negro, coronadas sus cabezas de ciprés y amarga adelfa (planta asociada al duelo y al desamor). A ellos se les unieron otros dos hombres, a caballo y muy bien vestidos.
Uno de ellos, que se llamaba Vivaldo, le decía a otro que daba por bien el retraso que llevaban, pues de esta manera podían  asistir al entierro de Grisóstomo, que se había quitado la vida por la hermosa Marcela. Intervino don Quijote para interesarse por ella;  pero lo que le dijeron fue lo mismo que la noche anterior había oído de Pedro.
Al ver vestido así a don Quijote, le preguntó Vivaldo que por qué iba así armado por estas tierras tan pacíficas. Don Quijote le contestó que era caballero andante. A continuación explicó el origen de esta caballería, que se asienta en  tiempos del  rey Arturo, fundador de la orden de la Tabla Redonda. Con el tiempo fue extendiéndose por todo el mundo y a ella pertenecían  caballeros tan importantes como  Amadís de Gaula, Felix Marte de Hircania y el siempre alabado Tirante el Blanco. Todos  profesaron  en la orden de caballería; así caminaba él en busca de aventuras, ofreciendo su ayuda a los necesitados.
La caballería andante –siguió diciendo don Quijote- pasa por muchas estrecheces, al contrario que los cortesanos, que viven regaladamente. No viven con la tranquilidad que tienen los religiosos; estos piden al cielo, pero son los caballeros los que ejecutan la justicia divina. Dándose cuenta de que estaba delante de un orate, le comenta Vivaldo, persona muy discreta y de alegre condición, que los caballeros andantes, cuando acometen una aventura, se encomiendan a su dama, en vez de encomendarse a Dios como hacen los cristianos. Don Quijote le contesta que era propio de la caballería andantesca, primero encomendarse a su dama y posteriormente a Dios. Le replica el caminante, que no todos los caballeros andantes tienen damas y le pone el ejemplo de don Galaor, hermano de Amadís. Don Quijote le contesta que una golondrina no hace verano ( de un sólo hecho no podemos deducir una norma general) para decirle a continuación, de manera secreta, que Galaor también se encomendaba a su dama. Vivaldo le preguntó a don Quijote por el linaje de su dama y don Quijote le contestó, diciéndole que supera los principales linajes nobles conocidos de la antigua Roma, Italia y España. Este hecho le sirvió a Vivaldo para manifestar sus vivencias sobre el linaje. 
Los cabreros oyeron la descripción de don Quijote y se percataron de su falta de juicio. Sancho, que lo conocía, se daba cuenta de que desde que andaba con él, siempre decía lo mismo de Dulcinea, pero que nunca la vio como don Quijote decía.
Desde lejos vieron a un grupo de cabreros, vestidos de negro y con guirnaldas en la cabeza. Llevaban una camilla. Pronto se dieron cuenta de que en ella estaba el cuerpo de Grisóstomo. Anselmo hizo una elegía del difunto y leyó las palabras de su amigo, con la intención de quemarlas como él deseaba.  Vivaldo, que se había dado cuenta del amor de Grisóstomo y de la crueldad que decía apreciar en Marcela, le pidió a Anselmo que no lo hiciera, pues "serían ejemplos en los tiempos que han de venir a los vivientes para que se aparten y huyan de caer en semejantes despeñaderos". Anselmo le permitió que cogiera uno de esos papeles. Resultó ser la Canción Desesperada.
Comentario                                                                                                                                       
Ya dije anteriormente, de acuerdo con el catedrático de Filología Románica de la universidad de Pavía y crítico literario, Cesare Segre, que el Quijote es una novela ensartada en la que aparecen otras que guardan alguna relación con la trama amorosa que vive el personaje. En este caso es el del amor que vive Grisóstomo por Marcela. El de don Quijote por Dulcinea, se asienta en la irrealidad; pero el de Grisóstomo lo hace en la realidad. Se quita el amor por Marcela. Toda su historia tiene un aire de verdad y nada resulta extraño cuando el amor se vive como un drama que lleva a la alienación. 
Comparte con don Quijote que adora a su amada, sin ser correspondido por ella. Esta adoración es casi religiosa. Don Quijote dice que es “dueña y señora mía”; Grisóstomo, porque lo desdeña, se quita la vida. Vivaldo censura la veneración que los caballeros tienen por sus damas. Esto parece ser lo que critica Cervantes, por ser lo que une a don Quijote y Grisóstomo. Esta es la lección que Cervantes quería que el lector aprendiera y funciona como corolario de idolatrar un amor que te puede llevar a la enajenación y al suicidio.

El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Valladolid, Javier Blasco, comenta el capítulo, destacando cómo el binomio vida y literatura que tanto se da en el Quijote, se aprecia en este capítulo; si en el anterior solamente oímos la voz de Pedro que les contaba a los pastores la noticia que había en el pueblo, en este capítulo vamos a ver la historia que se había contado.
La noticia del amor y muerte de Grisóstomo y la belleza de Marcela, había ocasionado que muchas personas se interesaran en asistir al entierro; don Quijote va acompañado por los cabreros, a ellos se añaden otras personas, en esa comitiva destaca un caballero de "alegre condición ", ingenioso, discreto, leído y socarrón: Vivaldo
Vivaldo, que conoce bien la literatura caballeresca, se convertirá en el camino que los lleva al entierro, en conversador con don Quijote y en la voz que le contesta a Ambrosio cuando este hizo el panegírico de su "desesperado " y muerto amigo. Identifica el profesor Blasco la función de los núcleos del diálogo; a) el primero, el que narra los temas de caballería, funciona para "reanudar los lazos de este episodio con el motivo principal de la fábula quijotesca: la locura del protagonista; b) el elogio fúnebre de Ambrosio y su suicidio por amor, le da un nuevo derrotero a las enajenaciones que pueden producir estos temas,
En la conversación de Vivaldo con don Quijote sobre la materia caballeresca, la alegre condición de Vivaldo, le permite llevar la conversación por donde a él le interesa, al haberse dado cuenta de la locura de don Quijote. Este, en su alocución a Vivaldo, refleja un lenguaje lleno de reminiscencias religiosas, cuyos tópicos se remontan a las Partidas y al Doctrinal de caballeros. Señala Blasco las coincidencias de este discurso en el que don Quijote opone al caballero con el religioso con el que se verá I, 38. sobre las armas y las letras.
Pone ejemplos del dominio de las formas de argumentación escolástica de Vivaldo: usos de argumentos de autoridad, e inferencias como "luego si es esencia que", así como de sus conocimientos de retórica, termina su comentario diciendo que" lo que comenzó como un relato, acaba siendo la materia de un proceso, que Ambrosio protagoniza como acusador y que prepara el discurso de autodefensa de Marcela en i, 14."

jueves, 17 de marzo de 2011

CAPÍTULO XII. EL PASTOR PEDRO CUENTA A DON QUIJOTE Y LOS CABREROS EL AMOR DE GRISÓSTOMO A MARCELA

Estaba curándole a don Quijote la oreja un cabrero cuando llegó Pedro, el mozo que los abastecía de comida,  con la noticia de lo que había ocurrido en el pueblo. Un estudiante de Salamanca, rico y buen compositor de versos,  Grisóstomo,  había muerto por el desdén que le mostró la pastora Marcela por la que estaba profundamente enamorado.. En su testamento había mandado que fuera enterrado en el campo, "como si fuese moro, al pie de de la peña, donde está la fuente del alcornoque, donde dicen que por primera vez vio a su amada".  Se opusieron los curas, pero Ambrosio, amigo de Grisóstomo, dijo que se había de cumplir como este había mandado en el testamento. Era Grisóstomo un joven rico, cuando su padre falleció, quedó en posesión de bienes muebles (aperos y ganados) y bienes raíces (fincas); Era una persona culta y tenía conocimientos de astrología. Además componía villancicos ( se cantaban en la misa del Gallo); y escribía autos sacramentales (los autos sacramentales eran piezas teatrales de un sólo acto y se representaban el día del Corpus Christi) . Un día se vistió de pastor, junto con su amigo Ambrosio y se marcharon al campo, en busca de Marcela de la que Grisóstomo estaba profundamente enamorado.
Esta era huérfana de padre y de madre. El padre fue un rico labrador con más fortuna que la de Grisóstomo. Se casó con una mujer que era admirada en el pueblo por su honestidad y hermosura. Murió en el parto de Marcela. Al poco tiempo, murió el marido por la pérdida de su mujer. A la niña la crio un tío suyo que era sacerdote en el lugar. Desde pequeña se vio que en belleza iba a superar a la madre. A la edad de catorce o quince años, empezaba a ser cortejada por los mozos ricos del lugar, pero su tío, no quería concederles la mano de la sobrina sin su consentimiento, pues era de la opinión de que “no habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad” (dar en matrimonio). Cuando se lo decía, ella contestaba que no estaba todavía preparada para el matrimonio, razón por la cual el tío no insistía.
Un día decidió hacerse pastora, se vistió como tal y se marchó al campo. Hizo saber que su intención era permanecer soltera.  Gran parte de los jóvenes se hicieron pastores, siguiéndola. Por su belleza y su afable trato, enamoraba a los jóvenes. Estos suspiraban por ella, pero ella, cuando le proponían el matrimonio, los rechazaba, poniendo algunos al borde del suicidio. Cerca de donde se encontraban había un bosque, en cuyas hayas aparecía grabada y escrita el nombre de Marcela. Grisóstomo, la adoraba. Pensaba el cabrero que el desdén de Marcela era la causa de la muerte de Grisóstomo.
Don Quijote agradeció a Pedro la narración del cuento; éste le dice a don Quijote para que el relente no perjudique su herida; don Quijote pensando en Dulcinea; Sancho se acomoda entre Rocinante y su jumento.
Comentario
El Quijote es una novela llena de novelas. Unas guardan más relación con la trama que otras. La que trata este capítulo, pertenece a la segunda. Pertenece al género de la novela pastoril, muy en boga en la época.
El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Valladolid, Javier Blasco, comenta el capítulo, explicando en primer lugar el marco espacial y literario: Un pastor, Pedro, trae noticias de lo que ocurre en el pueblo: ha muerto Grisóstomo, persona querida en el lugar, por el amor que siente por Marcela y el desdén que ésta le ha mostrado. A consecuencia de ello el pueblo está alborotado por el hecho en sí y el testamento que Grisóstomo ha dejado.
La historia se distribuye en tres tiempos: a) uno inicial en el que Pedro, in media res, es decir, comienza a contar la historia, no desde el principio, puesto que los pastores que están con don Quijote, ya lo conocen; b) Dado que ni don Quijote ni los lectores no conocen los antecedentes de la noticia, Pedro los cuenta; c) la historia se va a abrir hacia el pasado (I, 13 y 14), pero va a concluir en el presente. De esta manera, don Quijote será también coparticipe de lo que ocurre, como veremos en el próximo capítulo y con ello poner en práctica el punto de vista o perspectiva de varios personajes como le gustaba a Cervantes.
El tercer aspecto que señala el profesor Blasco tiene que ver con las correcciones que don Quijote le va haciendo al habla de Pedro y el foco del relato se pone en el drama personal que tienen los dos personajes principales: Marcela y Grisóstomo.
Por último señala las dos direcciones a las que apunta la noticia que da el pastor Pedro: a) el suceso trágico de la muerte de Grisóstomo; b) el alboroto en que ha quedado sumido el pueblo. Acabado el relato, don Quijote dormirá "ensayando la imitación de lo enamorados de Marcela, tejiendo con los recuerdos de Dulcinea la tela de su vigilia; Sancho, por fin conciliará el sueño.

El creador de la escuela de filología española, catedrático de la Universidad de Madrid, y director de la Real Academia,  Menéndez Pidal, ya notó que el episodio de Grisóstomo está directamente inspirado por un conocido romance de Juan del Encina.
 Los pastores de esta novela pastoril,  se oponen por la cultura que tienen: cultos e ilustrados, como Marcela y Grisóstomo, y rústicos, que se expresan con muchos vulgarismos, constantemente corregidos por don Quijote, como Pedro. El habla de este último con sus constantes vulgarismos es un ejemplo vivo del realismo expresivo que Cervantes quería reflejar en la novela. Su habla nos produce risa por las confusiones a que da lugar, como es el caso de sarna por Sara, en la confusión de Pedro.  La función que tiene este nuevo narrador es la de introducir este relato pastoril y bosquejar los errores que se producen cuando el amor no está basado en la armonía de las personas.
Sobre el realismo expresivo de Cervantes hay que referirse nuevamente al catedrático de Lengua Española de la Universidad de Madrid y director de la Real Academia,  Lázaro Carreter. Cuando se realiza el escrutinio de la librería, sabemos por boca del cura que el Palmerín de Inglaterra se libra por “las razones cortesanas y claras, que guardan y miran el decoro del que habla con mucha propiedad y entendimiento”.
“El decoro –nos dice Lázaro- es la adecuación  del modo de expresarse el personaje a su calidad y carácter”. En este capítulo nos muestra las diferencias culturales que se dan entre los pastores: Pedro, vulgar e inculto, pero con sentido común, como prueba las valoraciones que realiza de Marcela y su tío, frente a Grisóstomo, convertido en orate por dejarse llevar por sentimientos virtuales.
Otro aspecto importante que se destaca en el capítulo es la connotación moral que Cervantes quiere transmitir con el caso de la muerte por amor de Grisóstomo. Este se enamora tan locamente que pierde el juicio. No llega a amarla, sino a adorarla, sin ser correspondido por ella, pues dice que no lo quiere. Con su actitud bosqueja lo que es el amor para Cervantes:  un dogma, basado en la correspondencia entre dos personas, en  armonía. Si esta no se da, se produce un error tan grande en el que lo comete que termina en tragedia. Esto es lo que le pasa a Grisóstomo. Marcela es una mujer hermosa y honesta, pero exige un principio que está unido al amor: la libertad, sin ésta no es posible que se dé. La consecuencia del amor, para Cervantes, es el matrimonio, pero Marcela, al no estar enamorada, no lo acepta. Sin embargo, su tío, el sacerdote, que le hubiese gustado que se casase, especialmente porque la veía con edad y  por lo muy solicitada que estaba, lo cual, parece decirnos Cervantes, que una mujer muy hermosa soltera, causa más daño que bien.
El sacerdote se nos presenta como una persona prudente, especialmente cuando se hace eco del viejo apotegma de que en el casamiento el amor ha de estar ahormado por la voluntad, pues sin voluntad por una de las partes, se quiebra la libertad que debe de regir para el matrimonio. También junto a este tema coexiste el viejo tema del amor y la muerte, puesto de manifiesto por el suicidio de Grisóstomo.   

miércoles, 16 de marzo de 2011

CAPÍTULO XI. DON QUIJOTE SE ENCUENTRA CON UNOS CABREROS Y PRONUNCIA EL DISCURSO DE LA EDAD DORADA


Los cabreros se disponían a cenar, tendieron unas pieles de ovejas en el suelo e invitaron a don Quijote y a Sancho. Don Quijote se sentó en una artesa, que estaba puerta del revés. Sancho se quedó de pie. Don Quijote le dijo que se sentara a su lado, pues era propio de los caballeros andantes comer en igualdad de condiciones que sus criados, porque “de la caballería andante se puede decir lo mismo que del amor se dice: que todas las cosas iguala”. Sancho le contestó que prefería comer de pie e incluso a solas, “pues el comer acompañado supone respeto y ciertos comportamientos como mascar despacio, beber poco, limpiarse a menudo, no estornudar ni toser si te viene en gana ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo”.
Don Quijote insistió y consiguió que Sancho se sentara a su lado. Después de comer la carne, pusieron los cabreros encima de las zaleas( pieles de oveja curtidas sin quitarles la lana) bellotas avellanadas  (dulces) y un medio queso muy duro. Tampoco faltó el vino, que corría abundantemente.  Una vez que hubo don Quijote comido bien, cogió un puñado de bellotas y habló de la bondad de aquellos tiempos en los que no existían las palabras tuyo y mío, en los que no había necesidad de trabajar porque la naturaleza, abundante en todo, nos daba lo que necesitábamos; en los que predominaba la concordia y la paz en la tierra; no había fraude, ni se mezclaba el engaño y la malicia con la verdad y la llaneza; la justicia no se movía por los favores y los intereses, ni existía la ley del encaje en las sentencias ( Dictamen o juicio del juez sin atenerse a la ley); "Todo era paz, amistad y concordia...Entonces sí que andaban las hermosas zagalejas, de valle en valle, de otero en otero,, en trenza y en cabello" (con el cabello trenzado o suelto): nadie las molestaba  
Lamentablemente –continuó don Quijote- ahora, en estos tiempos, no ocurre  igual: el amor, ha perdido su inocencia y se le busca con requerimiento. Ha crecido la malicia y para defender las doncellas, amparar a las viudas y ayudar a los menesterosos se creó la orden de la caballería. A esta orden pertenecía él. ( El tópico de discurso de don Quijote es el, mito del paraíso perdido, inspirado en los poetas Virgilio y Horacio y bastante tratado  en  la poesía del Renacimiento).,Terminaba dándole las gracias a los cabreros por lo bien que lo habían acogido.
Sancho, por su parte, oyó en silencio el discurso, sin parar de comer bellotas y beber vino
Una vez que don Quijote terminó, los cabreros lo quisieron agasajar con canciones. Le presentaron a un zagal que cantaba muy bien: Antonio. Éste cantó el romance de sus amores con Olalla, una hermosa pastora a quien deseaba hacer su esposa
Terminado de cantar el romance, antes de irse a dormir, don Quijote se quejó de la oreja. Un cabrero se la curó con hojas de romero y sal.
Comentario

El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Valladolid, Javier Blasco, comenta este capítulo, fijándose en primer lugar en la cena que unos cabreros comparten con don Quijote y Sancho en la puerta de sus chozas. unos tasajos de carne, unos trozos de queso duro, bastante vino y como decoración, unas pieles de oveja tendida sobre el suelo, unas copas hechas de cuerno y una artesa que sirve de asiento. En este marco se sitúa el discurso de don Quijote sobre la edad dorada y el canto del romance  del cabrero Antonio a su amada Olalla.
Un capítulo sin aventuras quijotescas, pero con un discurso estructurado por parte del narrador, Abriendo y cerrando el discurso sendas conversaciones entre caballero y escudero que enmarcan el discurso de don Quijote sobre la Edad Dorada y el ejercicio poético de Antonio a su amada Olalla.  Como contraste se presenta el idealismo de don Quijote y el sentido práctico de Sancho de comer "sin melindres ni respetos". Quiere don Quijote que Sancho se siente con él a la mesa y utiliza la cita del Evangelio de san Lucas: Sancho,, "te has de sentar, porque a quien se humilla , Dios le ensalza". Según el profesor Blasco, la anterior cita "revela la voluntad de ajustar la relación de esta "rústica cena" al modelo de aquella otra cena  que precede a la visita del Huerto de los Olivos"
Otro contraste que señala el autor es la oposición entre literatura y vida, ejemplificado por "las hermosas zagalejas que andaban de valle en valle", frente a las que aparecen en I, 9, a las que don Quijote, en nuestros tiempos quiere proteger de "algún follón o algún villano" que las forzara.
Por último, señala el autor, la influencia de Erasmo al presentar el matrimonio en el romance de Antonio, como la única alternativa a la castidad. 
Otro de los aspectos importantes del capítulo es el discurso de la edad dorada. En un ejemplo de estilo oratorio, el narrador nos avisa de las circunstancias de la enunciación que condicionarán la expresión de don Quijote: “tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones”. Muñoz Machado, en Cervantes, pág, 300. cuando analiza el libro de Américo Castro, El pensamiento de Cervantes, hace referencia a lo que el ilustre filólogo cervantista opinaba de estos pensamientos de la edad dorada; "Cervantes comulga con una convicción muy caracterizada del humanismo renacentista que añora una época dorada, un mundo no corrompido, en el que los hombres satisfacían sus necesidades con los dones de la naturaleza...no tenían que soportar el abominable aparato de jueces y funcionarios que surgen con el Estado moderno": era éste tema de la edad dorada un tópico muy  común en los escritores del Renacimiento, que recordaban a los clásicos del mundo antiguo, especialmente Ovidio, en su Metamorfosis,  y Virgilio.
El catedrático de la Universidad de Madrid y ensayista J.A. Maravall, en Utopía y contrautopía en el Quijote, sostiene que "don Quijote no representa tanto una restauración medievalizante , como una repulsa del Estado moderno"; es decir, el afianzamiento del Estado moderno, con sus leyes y sus procesos, frente a las costumbres sociales. "El fin del don Quijote, sigue diciendo Maravall es crear aquellas condiciones en la sociedad que hagan posible el gobierno de Sancho; es la utopía de la justicia según el buen sentido, el carácter de la administración racional de la justicia"
El catedrático de la Universidad de Madrid y director de la Real Academia de la Lengua, Lázaro Carreter, en un magnífico estudio, “La prosa del Quijote”, señala que tanto los personajes de don Quijote y Sancho, como su habla, hay que entenderlos desde la misma literatura en la que se desenvuelven. Don Quijote y Sancho se van alimentando de literatura. Es desde la misma literatura, nos dice Lázaro Carreter, desde donde hemos de interpretar lo que nuestros personajes manifiestan. Los precedentes del paraíso perdido se encuentran en la literatura latina, en Virgilio y en Ovidio. Este tema se traslada a la novela pastoril del Renacimiento y don Quijote lo utiliza para criticar la época actual, pues no en vano en su discurso, don Quijote perora con la dignidad del tribuno sobre la falta de justicia que se aprecia en sentencias arbitrarias –ley del encaje-.  La verdad se oscurece por el engaño, la malicia y los intereses de las personas. Este último término: los intereses,  se ha de tener muy en cuenta para entender el concepto de verdad cervantina
El título que Cervantes le dio: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, nos permite explicar las palabras de cordura que don Quijote dijo en este discurso. Si don Quijote es la historia de un loco, es interesante ver el concepto que en la época de Cervantes había de la locura. El doctor Huarte de San Juan había publicado el libro Examen de Ingenios (1575). En este libro se explica el temperamento en función de los humores del cuerpo. Un equilibrio de los mismos, producía personas normales; un desequilibrio, personas maniáticas, que a veces pueden actuar con gran inteligencia. A esta última visión responde don Quijote en su alocución. Sin embargo, también aquí hay parodia, pues, según él, el origen de la caballería a la que pertenece, se encuentra en esta literatura pastoril del Renacimiento

Este entreverar el carácter en don Quijote, actuando unas veces como discreto y otras como loco, fue analizado ya por el militar y cervantista  Vicente de los Ríos, en 1790, en su análisis crítico del Quijote, encargado por La Real Academia Española. Consideraba él  que: “estos razonamientos sobre la edad dorada, aunque discretísimos están enlazados con la locura de D. Quijote… Los dos aspectos de este carácter producen otro efecto tan eficaz como la variedad, para sujetar gustosamente la atención de los lectores.”. Cuando el pastor le pide a Antonio que cante el romance a Olalla diciéndole que “te sientes y cantes el romance de tus amores que te compuso el beneficiado tu tío, que en el pueblo ha aparecido muy bien”, comenta el docto militar, que “esto era muy ordinario cuando solo los eclesiásticos, y los que seguían la carrera de la judicatura, se ocupaban en leer y estudiar.  
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