jueves, 24 de marzo de 2011

CAPÍTULO XVI. LA AVENTURA ERÓTICA EN LA VENTA


Don Quijote, atravesado en el asno, llegó a la venta. A la pregunta del ventero, Sancho contestó que se había caído desde una peña. La mujer del ventero, caritativa, su hija y la criada Maritornes: tuerta, fea, algo enana y jorobada, ayudaron a Sancho a acostar a don Quijote en un camaranchón (desván de la venta) que en otro tiempo fue pajar.
Mientras alumbraba Maritornes, la mujer y la hija del ventero, doncella, de buena presencia embadurnaron el cuerpo de don Quijote; como le vieron el cuerpo acardenalado, le preguntaron a Sancho y éste contestó que al caerse se había dado contra las piedras. Les pidió Sancho que dejaran algo de emplastos para él, pues le dolía el cuerpo, como si le hubieran dada mil palos, solamente de ver como caía su amo.  Preguntó Maritornes que quién era don Quijote;  Sancho contestó que don Quijote de la Mancha, caballero aventurero que ,en un abrir y cerrar de ojos ,podía verse emperador como ser apaleado. También le dijo que muchas veces se busca una cosa y se halla otra.
Intervino don Quijote para darles las gracias por lo que estaban haciendo, elogiando a la hermosa doncella, mientras susurraba su amor por Dulcinea. Ellas no entendieron las razones de don Quijote, si las intenciones amorosas con las que lo decía.
El arriero había quedado en refocilarse aquella noche con Maritornes. Compartían habitación don Quijote, Sancho y el arriero. Este, que era un rico de Arévalo, debía de ser pariente del autor de la historia, pues, según el narrador editor, nos la cuenta toda, con pelos y señales, y no como los historiadores, que se dejan lo más importante. Del dolor que tenían, tanto Sancho como don Quijote, no podían dormir. Con la venta en silencio y sin luz, el arriero esperaba a Maritornes. Don Quijote se imaginaba que la hija del señor del castillo se había enamorado de él y que aquella noche acudiría a su lecho, pero no yacería con ella por no ser infiel a Dulcinea.
Entró Maritornes en el camaranchón, oliéndole la boca a ensalada trasnochada.  Don Quijote, que pensaba en la hija del ventero, al oírla, extendió los brazos, la cogió, la sentó en la cama y le tocó el vestido.
Don Quijote le dijo, en pulido lenguaje, que le gustaría complacerla, pero que se lo impedía el malestar que tenía y la fidelidad a su dama. El arriero, que esperaba con ansiedad a  Maritornes, oía escamado lo que don Quijote decía y  al percibir el arriero que Maritornes quería soltarse y don Quijote no la dejaba,, se acercó con sigilo y le dio tal puñetazo en las quijadas a don Quijote, que le dejó la boca llena de sangre. Después se subió encima de él y lo vapuleó.
La cama en la que estaban el arriero, don Quijote y Maritornes, cayó al suelo. El ventero oyó el ruido y de inmediato pensó que sería alguna aventura de Maritornes. Entró en la habitación, Maritornes al verlo, se metió en la cama de Sancho; éste, que soñaba, le empezó a dar golpes a la sirvienta, esta a él, el arriero a Sancho, el ventero a Maritornes y todos contra todos, pues se apagó el candil que llevaba el ventero. 
Un cuadrillero de la Santa Hermandad, que estaba en la venta, entró en el camaranchón, creyó que don Quijote estaba muerto. Quiso detenerlos a todos y cada uno se escapó por donde pudo.    

Comentario
El catedrático de la Universidad de Berkeley, California, Luis Andrés Murillo, hace una lectura del capítulo, tomando como punto de referencia el tema de" la castidad del caballero". Don Quijote prefiere mantener, en su fantasía, la fidelidad a Dulcinea a engañarla con la hermosa doncella del castillo.
Reconoce el autor que muchos comentaristas ven el capítulo, desde la vertiente del psicoanálisis, como el de una sexualidad reprimida, tomando como referencia la forma como don Quijote retiene a  Maritornes, "expresión más directa de un deseo sexual reprimido que mantiene el hidalgo a lo largo del libro". Esta expresión es la que va a utilizar Cervantes para contarnos las consecuencias más cómicas que se producen, como si fuera un gracioso entremés para alegrar y divertir a sus lectores.
También podemos ver el capítulo Este capítulo como un reflejo de  los  consejos que Cervantes nos da en el prólogo: “Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se nueva a risa, el risueño la acreciente..”.  Daniel Eisenberg, en La interpretación cervantina del Quijote, dedica un capítulo al estudio del humor en la obra. ( Véase lo que se dijo en el comentario del capítulo I). La tesis del médico y humanista del XVI López Pinciano, Filosofía Antigua Poética:  el fin de la obra es instruir y deleitar,  se cumple aquí. Curan a don Quijote y se acuesta a descansar; sin embargo, la enfermera de Sancho, Maritornes, les provoca después el peor de los descalabros.
Por otra parte, la simpleza de Sancho conlleva la gracia de la respuesta que le da a la hija del ventero, sobre cómo se le han producido a él los cardenales.
Por otra parte, de la lectura del capítulo se extrae también la conclusión de que cuando las relaciones sexuales son fuera del matrimonio, se obtienen resultados como los que le ocurren a Maritornes y al arriero. Cervantes, que creía que la literatura también tenía que educar, lo ejemplifica en este capítulo.

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