viernes, 25 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE.CAPÍTULO LXXIV. MUERTE DE DON QUIJOTE. EL QUIJOTISMO COMO ANTÍDOTO CONTRA LA MUERTE



Por causa de la melancolía  que cogió cuando fue vencido, o porque el cielo lo quiso, se le arraigó una calentura que lo tuvo seis días en la cama y la vida de don Quijote llegó a su fin.  Lo visitaba el cura, el bachiller, el barbero y, especialmente, Sancho Panza, que no se apartaba de él.  Éstos creían que se encontraba en esa situación a causa de la frustración de verse vencido o por no haber visto cumplido su deseo de ver desencantada a Dulcinea. Lo animaba el bachiller, diciéndole que se levantase para emprender la vida pastoril.

Llegó el médico, después de reconocerlo, dijo que estaba grave y que atendiesen la salud de su alma. También les comentó que, según su parecer, la causa era disgusto y melancolía. Don Quijote oyó estas palabras con tranquilidad, pero las acompañantes, el ama y la sobrina, con tierno lloro.

Rogó don Quijote que lo dejasen solo porque quería dormir un poco. Durmió más de seis horas y cuando se despertó prorrumpió en alabanzas a Dios por la mucha misericordia que con él había tenido. Dijo que había recuperado el juicio y se encontraba libre de las sombras a las que lo llevaron los embelecos de los libros de caballerías. Dijo sentirse pesaroso por no tener ya tiempo para leer libros que fuesen luz del alma. Pidió que llamaran a sus amigos porque quería confesarse y hacer testamento.

Entraron y don Quijote les pidió que lo felicitasen, pues había dejado de ser don Quijote de la Mancha para pasar a ser Alonso Quijano “el bueno”. Volvió a decir que detestaba los libros de caballerías, cosa que los amigos no se creyeron; Sansón Carrasco lo animó a que volviera en sí y se dejase de cuentos. Don Quijote le replicó que los cuentos vividos hasta ahora le han sido muy perjudiciales y que con la ayuda del cielo, la muerte los volvería en su provecho. Les dijo que sentía que se iba “muriendo a toda prisa”. Les pidió un confesor y un escribano, porque “en tales trances como éste no se ha de burlar el hombre con el alma”( no ha de gastar uno bromas con su salvación eterna)

Se sorprendieron los amigos de que fuese verdad lo que decía, pero las abundantes razones que daba, confirmaban que estaba cuerdo.

Entró el cura y lo confesó; el bachiller fue a por el escribano. Ante él hizo testamento, ordenando lo siguiente: que del dinero que Sancho tenía en su poder por haber sido su escudero, se le pagase lo que se le debiere (parte importante de los testamentos de antaño era dejar saldadas o recompensadas las deudas con los servidores); si después sobrare algo, que se le diese porque “la sencillez de su condición y la fidelidad de su trato lo merecían”. Le pidió perdón por haberlo metido en una aventura de locos al hacerle creer que hubo caballeros andantes en el mundo.

 Sancho, emocionado,  le contestó: “No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía”. Insistió en que se levantara de la cama, porque como los libros de caballerías decían, los caballeros se derribaban unos a otros y “el que es vencido hoy ser vencedor mañana”. Se unió a las razones de Sancho el bachiller, y don Quijote les contestó: “vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño” (los tiempos han cambiado).

Dispuso que toda su hacienda fuera a parar a su sobrina Antonia Quijana ( el apellido era entonces de elección y se dejaba usar a conveniencia en género masculino o femenino) después de haberle pagado al ama por el tiempo que le ha servido. Dejó como albaceas al cura y al bachiller y ordenó que si su sobrina se casare con un hombre del que se sepa fehacientemente que conoce los libros de caballerías, se le desposee de los bienes que le deja.

Termina el testamente pidiendo perdón al autor del falso Quijote por haberle dado, sin pensarlo, ocasión para escribiera tanto disparate como dice.

Acabado el testamento entró en coma; no obstante estaba la casa alborotada por la inquietud de los presentes,  porque “esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto”

Después de recibir todos los sacramentos y de abominar una vez más de los libros de caballerías, don Quijote murió. Para quitar la ocasión de que cualquier otro autor le resucitase, pidió el cura al escribano que diera fe de que Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente don Quijote de la Mancha,  había muerto de muerte natural.

Sansón Carrasco escribió:


Tuvo el mundo en poco, / fue el espantajo y el coco / del mundo, en tal coyuntura, / que acreditó su ventura / morir cuerdo y vivir loco. //(la palabra ventura se suele interpretar como que fue prueba de su buena suerte)

Finalmente dejó Cide Hamete colgada su pluma en la espetera( tabla con ganchos en la que se cuelgan los utensilios de la cocina), diciéndole que si alguien se atreviera a tocarla dijere que “Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno”.  Termina el autor diciendo que “no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías…”



Comentario:
En el capítulo anterior intuyó don Quijote que la muerte estaba próxima porque su ilusión de ver desencantada a Dulcinea se desvanecía. Este capítulo se abre con un marco narrativo, en el que, con gran naturalidad, se cuenta el final de la vida de nuestro héroe: “Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente la vida de los hombres”. Con esta sencillez narra Cervantes los días y las horas finales de nuestro héroe.

Tuvo que meterse en la cama a causa de una calentura, provocada o bien por la depresión melancólica que le ocasionó su derrota, o bien, porque el cielo así lo dispuso. Sus amigos no dejaban de visitarle y Sancho no se apartaba de su lado. Ellos, que intuían que el estado de don Quijote tenía que ver con las causas antes señaladas, no dejaban de animarlo, incitándole en todo momento para que siguiera viviendo. Para ello, le hablaban de sus proyectos pastoriles; especialmente el Bachiller, que había sido el causante de su derrota, se desvivía ahora por demostrarle su aprecio a la vida pastoril, para la cual “tenía ya compuesta una écloga y que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado”.

En vista de que no mejoraba y su tristeza no remitía, llaman al médico y este diagnostica que “melancolías y desabrimientos le acaban”. Don Quijote oye las palabras del médico con serenidad, pero no así los acompañantes: el ama, la sobrina y Sancho.  Pide que le dejen solo porque quiere dormir un poco. -Es conveniente recordar como observa el hispanista y catedrático de la universidad de California, Avalle Arce en Don Quijote como forma de vida, que el sueño era uno de los tratamientos que en la época se daban contra el desequilibrio de los humores.- Cuando se despierta, irrumpe diciendo:  ¡Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho!. El bien al que se refiere don Quijote es a la misericordia de Dios, que le ha perdonado sus pecados y le ha devuelto la razón. En esta línea de pensamiento, recuperar la razón significa sentir a Dios, disponerse a bien morir y ver la locura que la vida ha sido: un breve instante, sintetizado en el verso del epitafio que le escribe el Bachiller: “Morir cuerdo y vivir loco”.  Por este motivo, cuando entran sus amigos, después de que don Quijote hubiera dicho que quiere confesarse y hacer testamento, el Bachiller le dice que se deje de cuentos, a lo cual responde el Caballero: “Los de hasta aquí, (…) que me han sido verdaderos en mi daño, los ha de volver mi muerte, con ayuda del cielo, en mi provecho”. Lo anterior, como sostiene el especialista en Cervantes y catedrático de la Universidad de California en San Diego, Joaquín Casalduero, es uno de los principios de la Literatura ascética: Don Quijote morirá desengañado: “su muerte debe desengañar al hombre”. En parecidos argumentos se expresa Avalle Arce, en el libro antes mencionado, cuando dice que en su lecho de don Quijote queda empequeñecido, pero ya ha obtenido “la más alta de todas las victorias morales, la más alta porque esta vez es el triunfo sobre sí mismo”.

La prueba de que don Quijote es un clásico es que se ha leído e interpretado por muchísimos lectores a lo largo del tiempo y desde puntos de vista distintos. Es un hecho lógico, puesto que en el libro está “toda la vida”, en palabras del Nobel, García Márquez.  Quiero seguir comentando desde diversas interpretaciones que a lo largo  de los siglos se le han dado a don Quijote, para demostrar que la búsqueda de una interpretación única que pueda imponerse a todas,  como dice el hispanista y catedrático de la universidad de Florida Daniel  Eisemberg, “es quijotesca imposible”. 
En el siglo XVII, los contemporáneos de Cervantes se regocijaban con don Quijote:   Quevedo se burla de don Quijote en el poema el "Testamento de don Quijote":
 De  un molimiento de huesos / A puros palos y piedras, /  Don Quijote de la Mancha / Yace doliente y  sin fuerzas // 
Tendido sobre un pavés / Cubierto con su rodela / sacando como tortuga  / De entre conchas la cabeza.// 

Lope de Vega, en La dama boba , nos habla de 
Un don Quijote mujer / que dé que reír al mundo//

En el siglo XVIII se produce la mutación en las interpretaciones de la novela, según la regla de que "toda gran obra escapa a su creador". El erudito y lingüista valenciano Gregorio Mayans y Siscar, primer autor que, por indicación del inglés Lord Carteret, escribió la vida de Cervantes a los comentarios a la edición que Carteret patrocinó en 1738, vio la sátira a los libros de caballerías y un sentido moral en la novela : "Don Quijote es hombre de todos los tiempos, y verdadera idea de los que ha habido, hay y habrá, y así se acomoda bien a todos los tiempos y lugares...toda la obra es una sátira la más feliz que hasta hoi se ha escrito contra todo género de gentes", según la  Op. cit. Cervantes (2022), del jurista,  catedrático de derecho y director de la Real Acadenia Española de la Lengua,  Muñoz Machado.
Para el romanticismo alemán del siglo XIX, don Quijote y Sancho son la expresión de la dualidad humana; la aventura quijotesca, como dice Canavaggio, "se transforma en una odisea mítica, cuyo protagonista  viene a ser el héroe de los tiempos modernos".
Don Quijote en la Filosofía y en la Ética española en el XX; dos lecturas nos sirven de muestra:
 Una de las lecturas nos remite a la cultura religiosa y existencial de la época; la otra, a la Etica que, desde la ilustración, como dice el catedrático de Ética y filósofo Fernando Savater, se imponen en el pensamiento filosófico.
1. Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno; 2. Don Quijote y la muerte, de Fernando Savater.
El filósofo y catedrático de la universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno defiende la tesis de que el despertar de don Quijote del sueño de la locura que había vivido, le llevó a la muerte; pero por otra parte, ya sabemos en qué consistió su locura: en combatir el mal. Entonces, la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Es conveniente dejar de soñar que hay que combatir el mal?. Está claro que cuando se vuelve a la pura realidad, el alma muere, como le aconteció a don Quijote. Mientras tuvo esos sueños, se consideró inmortal: esta fue la sed que siempre tuvo: sed de inmortalidad;  No vivió con la muerte. 
La antorcha de don Quijote la toma Sancho. Esta es la conclusión a la que llega Unamuno cuando Sancho le aconseja a don Quijote que no se muera y vuelvan a retomar la vida pastoril: “!Oh heroico Sancho, y cuán pocos advierten el que ganaste la cumbre de la locura cuando tu amo se despeñaba en tal abismo de la sensatez y que su lecho de muerte irradiaba tu fe, tu fe, Sancho, la fe de ti, que ni has muerto ni morirás!. Don Quijote perdió su fe y murióse; tú la cobraste y vives”.

Fernando Savater, en el ensayo Don Quijote y la muerte, sostiene una línea de argumentación próxima a la de Unamuno. Para el autor de La tarea del héroe, Ética para Amador, las palabras de Sancho a don Quijote:  No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía”., constituyen el núcleo fundamental de la obra. Cervantes, según el filósofo, nos presenta a Sancho Panza que, en todo su realismo, se da cuenta de que las indomables aventuras en las que se metía don Quijote, lo despertaban en su humanidad. Le eran necesarias para vivir. En este sentido, “Don Quijote es el santo patrono y el mártir de la invención humana de propósitos para la vida”.

Cuando estos propósitos para la vida desaparecen, cuando la melancolía se adueña de nosotros, es cuando la verdadera locura nos mata. “Para combatir la muerte hay que escoger una empresa, una cruzada (generalmente ética), en pos de la cual, cabalgar por la faz de la tierra; identificar un mal y romper lanzas contra él”.

El objetivo de Cervantes, dice Savater, “es denunciar y combatir la melancolía. Porque la melancolía es la enfermedad mortal que nos aqueja…El humorismo cervantino desafía la melancolía y propone a un personaje delirante y grave que se enfrente a ella. ..El proyecto de don Quijote es un proyecto ético…El verdadero, el único fracaso de la ética es no poder vencer a la pereza paralizadora. Don Quijote no muere de quijotismo, sino de renunciar finalmente a serlo y volver al alonsoquijanismo melancólico.”

2.     La visión religiosa y existencial de los últimos días de don Quijote.

El académico, jurista y catedrático Muñoz Machado analiza ampliamente el derecho en la obra cervantina en el capítulo XI de su libro, págs. 591-626. Referido al testamento dice que "Cervantes conocía bien el derecho vigente en la época: era el derecho civil establecido en las Partidas (cuerpo de leyes redactado en Castilla durante el reinado de Alfonso X (1221-1284): exigen la presencia de un escribano, que debería ser perito en derecho y haberlo acreditado en un examen, la presencia de tres testigos, el testador debería ser un hombre capacitado y don Quijote lo estaba. También muestra Cervantes su conocimiento del derecho testamentario, cuando incluye, la figura del heredero condicionado, en este caso la sobrina" Muñoz Machado, pág. 600
Testigos del testamento son el Bachiller, el ama, la sobrina, Sancho y el escribano. Partiendo de la memoria de su vida,  Don Quijote redacta el testamento y dispone los tres mandatos a los que hago referencia en el resumen. En su memoria testamentaria señala las locuras y mentiras que ha vivido; las quiere corregir y para ello dispone que a Sancho, que por su causa ha caído en la locura de creer que existen los caballeros andantes, no se le exija nada del dinero que llevaba por ser su escudero.  Sancho pretende engañarlo, una vez más, y le dice que no se muera: “vámonos al campo vestidos de pastores (…) quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada…”. Don Quijote contesta con la famosa frase “En los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”: se ha ido la locura y ha vuelto la cordura y con ella el sentido religioso de la vida.

Terminado el testamento, sufrió desmayos durante tres días, al cabo de los cuales murió. Durante este tiempo, “Andaba la casa alborotada, pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama y se regocijaba Sancho Panza, que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto”. Cervantes parece que quiera decirnos que no tiene por qué haber ruptura entre la muerte y la vida. Con la misma naturalidad con que se abre el capítulo se cierra.


Apostilla para cervantistas.
 Sobre el erasmismo cervantino. El libro más claro que he encontrado sobre este problema es el ya nombrado de Muñoz Machado: Cervantes, págs. 459-475. Parte Muñoz Machado del análisis del influyente libro El pensamiento de Cervantes, de Américo Castro. Sostiene Castro, según Muñoz Machado,  "que en la obra de Cervantes hay repetidos indicios de erasmismo, arguyendo que la falta manifiesta de claridad del escritor, su ambigüedad, se debe a su comportamiento hipócrita, conscientemente asumido para encubrir la realidad de su pensamiento". Cuando leo y releo la obra de Cervantes, el autor de este blog,  no encuentra un pensamiento erasmista sistematizado, sí huellas que podrían considerarse erasmistas en diferentes lugares de su obra. Queda reforzada esta opinión con la que sostiene el profesor Jorge García López en su obra; Cervantes, La figura en el tapiz. (2015). Para este profesor, "Cervantes no puede estar influido por Erasmo por la sencilla razón de que el Quijote apunta contra el mundo de Erasmo: los dogmas que Erasmo encarnó, en la época que vive y escribe Cervantes son dogmas inútiles...en la época de Cervantes se ponen de moda los manuales helenísticos, siendo Justo Lipsio el más influyente en su época" 
 Cita Muñoz Machado el libro del hispanista Marcel Bataillon, Erasmo y España. Sostiene el hispanista francés que "en el campo de las ideas religiosas, las de Cervantes son difíciles de entresacar de una obra que pertenece íntegramente a la literatura del esparcimiento". Sostiene un punto de vista parecido el catedrático de Harvard e hispanista Francisco Márquez Villanueva: "En realidad, la familiarización de Cervantes con Erasmo debió de ser un irreconstruible proceso de lecturas aisladas". 
Cervantes y la sociedad de su tiempo, Cervantes, como sostiene el hispanista y catedrático de la universidad de Cambridge A. Close, utiliza la sociedad de su tiempo como materia literaria, tratándola con el cuidadoso respeto que siempre hizo gala el escritor. Estas ideas de Close se corresponden con el concepto de obra literaria de Shakespeare: El fin de la comedia y, por tanto, el del poeta, es "presentar un espejo de la Naturaleza;  mostrar a la virtud sus propios rasgos, su imagen al vicio, y a los tiempos sus caracteres y singularidades" (Hamlet, acto III,  escena II).
 Santiago Muñoz Machado en Cervantes (2022) analiza un Cervantes total, tanto biográfico como en su faceta de creador. Sus palabras finales y conclusión es que en el Quijote confluyen dos mundo: una sociedad que se va, la sociedad medieval y otra que está llegando, la sociedad del XVII, con todas sus transformaciones: "La fábula está escrita de modo que los lectores puedan reírse con los continuos tropiezos del hidalgo soñador, que mantiene ideas peregrinas de una sociedad que probablemente no existió nunca tal y como él la concibe...Cervantes, se está burlando de la utopía del hidalgo y augurando el triunfo del Estado moderno. 
El catedrático de la Universidad Johns Hopkins Bruce W, Wardropper, comenta el último capítulo de la obra en la edición crítica del Instituto Cervantes (2016) y lo hace, como es lógico, desde el rechazo que le inspiran a un don Quijote cuerdo los libros de caballerías, un don Quijote que nunca frecuentó las iglesias, aunque conocía la ortodoxia de la fe cristiana y, sin embargo, ahora se queja de  no disponer ya de tiempo para leer libros que sean "luz del alma". "frase cuidadosamente escogida de uno de los libros que Don Quijote vio en la imprenta de Barcelona: Luz del alma, de Felipe Meneses. Con la muerte de don Quijote abominando de los libros de caballerías, se confirma el propósito de la novela como vimos en el Prologo de la Primera parte.  Termina su comentario diciendo que  Don Quijote es un caso único de mito "fijado definitivamente para las generaciones sucesivas por la pluma de Cide Hamete, es decir, por Cervantes. "

El catedrático y académico, Jean Canavaggio, en Cervantes (1996), después de preguntarse como hace Thomas Mann, si cabía otra muerte para don Quijote, contestándose que era la muerte lógica, pues no cabía ni una muerte violenta, ni una vejez pacífica, impropia de él, llega a la conclusión que " más que buscarle mensajes a la novela es el gesto que resume el héroe: don Quijote se obstina en negar la historia; se enfrenta a una España que no es la medieval de los siglos de caballerías y esto contribuye a expresar sus contradicciones, mostrándose como un héroe, unas veces loco y otras cuerdo;  por más que se esfuerza por enfrentarse al mundo, "más se esconde este, ahondando el abismo trágico o cómico entre la propia realidad y la representación que el héroe hace; en toda la novela moderna, desde Dickens a García Márquez, pasando por Joyce ,se  retoma la parábola épica cervantina; Cervantes inaugura el camino de la novela moderna, al haber sido el primero en introducirnos en el corazón la ilusión de las mentiras en las que se funda la verdad de las ficciones"

Sobre la muerte de don Quijote, las lecturas son diversas: Borges dice que Cervantes no lo trata como padre, sino como padrastro, pues describe su muerte como un suspiro sin mayores consecuencias; para Jorge Guillén y Avalle Arce, se trata de una muerte cristiana ejemplar; Casalduero compara la muerte de don Quijote con la ejemplaridad católica del padre de Jorge Manrique; el psiquiatra Castilla del Pino precisa que muere Alonso Quijano, ya que don Quijote no podía morir; el profesor James Iffland, dice que don Quijote quiere congraciarse con la Iglesia y el Estado antes de morir, de ahí la confesión con el cura y, el testamento con un escribano. Una vez más, pienso, como dice el profesor Wardropper  "¿cómo es que a través de los siglos no haya podido haber dos personas de acuerdo sobre el sentido del Quijote?"
 
 

  


viernes, 18 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE.CAPÍTULO LXXIII. DON QUIJOTE INTUYE SU FINAL






Por tercera y última vez, vuelve don Quijote a su pueblo, vencido y melancólico.  A la entrada del pueblo, vieron a unos niños riñendo. Uno le decía al otro: “No te canse Periquillo, que no la has de ver en todos los días de tu vida”.  Don Quijote interpretó la frase como un signo de mal agüero y le dijo a Sancho que nunca más volvería a ver a Dulcinea. En ese momento, una liebre perseguida por galgos y cazadores, se agazapó debajo del rucio. Sancho cogió la liebre, y junto con la jaula de grillos por la que reñían los niños, se las dio a don Quijote, diciéndole que se imaginase que fuese Dulcinea, perseguida por unos encantadores: los cazadores. Continuó don Quijote diciendo que todo aquello era signo de mal agüero y Sancho le contestó que “no es de personas cristianas ni discretas mirar en estas niñerías, y aún vuesa merced mismo me lo dijo los días pasados, dándome a entender que eran tontos todos aquellos cristianos que miraban en agüeros”.

En un pradecillo, en la entrada del pueblo, estaban rezando el cura y el bachiller Carrasco. Desmontó don Quijote y se abrazaron estrechamente. Los muchachos, que son linces no excusados (todo lo ven), acudieron a ver lo que el rucio portaba.

Rodeados de muchachos y, acompañados del cura y el bachiller, llegaron a casa de don Quijote. Lo esperaban el ama y su sobrina; Teresa, que también se había enterado, acudió, desgreñada y medio desnuda, con su hija, y al ver a Sancho le dijo que más parecía “desgobernado que gobernador”. Sancho le contestó que muchas veces, “donde hay estacas no hay tocinos” ( Las apariencias engañan. Una vez más, Sancho trastrueca el refrán para darle a entender que traía dinero); Sancho trae los doscientos escudos de oro que le había dado el mayordomo del duque.  Sanchica, que lo esperaba “como agua de mayo” (pondera que algo es muy bien recibido o deseado) se abrazó a su padre, y los tres, muy alegres se fueron a su casa.

Don Quijote, sin guardar términos ni horas (actuando precipitadamente), se reunió a solas con el cura y el bachiller y les dijo que venía vencido, que cumpliría su promesa de permanecer un año en su aldea  y su propósito de llevar una vida pastoril, invitándolos a que lo acompañasen en el proyecto, para lo cual tenía ya pensado los nombres que tendrían.

Quedaron asombrados cuando lo oyeron, pero para que no se les rebelase, le siguieron la corriente, esperando que en ese año se pudiera curar.  Sansón Carrasco les dio nombre a las posibles pastoras sobre las que versarían sus versos. Se despidieron y le rogaron que cuidase su salud.

La sobrina, que había oído la conversación le recriminó tales intenciones, argumentando que “está ya duro el alcacel para zampoñas” (que no está ya para esos trotes; el alcacel: hierba verde de la cebada, que al soplar suena a modo de silbato, pero no si ya se ha secado). Le comentaron lo duro que era vivir a la inclemencia en el campo y le aconsejaron que se estuviese tranquilo en su casa y cuidase de su hacienda. No se sintió bien don Quijote; pidió que lo llevaran a su lecho. La sobrina y el ama lo trataron lo mejor que pudieron, como si fueran hijas suyas.



Comentario
El capítulo se concentra en dos bloques: a) Los malos augurios que intuye don Quijote; b) La entrada en la aldea.

a) Los agüeros
Se inicia el capítulo presentándonos los augurios adversos que tiene don Quijote cuando entra en su pueblo: dos niños riñendo por una jaula de grillos. Uno le dice al otro: “No  te canses, Periquillo, que no la has de ver en todos los días de tu vida”; además, una liebre, perseguida por galgos y cazadores, se agazapa debajo de los pies del rucio. Estos hechos los interpreta don Quijote como un presagio de que no volverá a ver a Dulcinea. Sancho rechaza tales interpretaciones porque el Cura, y en este caso la Iglesia, no las aceptaba; también, porque el mismo don Quijote, en II, LVIII, le había advertido a Sancho que “esto que el vulgo suele llamar comúnmente agüeros, que no se fundan sobre natural razón alguna, del que es discreto han de ser tenidos y juzgados por buenos acontecimientos”.

 El asunto de estos augurios ha merecido la atención, entre otros, de Ana García Chichester, en D. Quijote y Sancho en el Toboso: Superstición y Simbolismo. La autora parte de la opinión del profesor Edward. Riley, que en Simbolism in Don Quixote, Part. II. Chapter 73, señala que las imágenes de la liebre y la jaula de los grillos forman un doble código simbólico: a) La liebre y la jaula de grillos son imágenes de Dulcinea encantada; b) La compra de la jaula por Sancho y su entrega a don Quijote es un símbolo del control que ejerce sobre el desencanto de Dulcinea, lo cual lleva a cabo, gracias al dinero que le da don Quijote.

A partir de la opinión anterior, Ana García, después de analizar los malos augurios de don Quijote en II, IX, cuando entra en el Toboso, concluye diciendo que los agüeros de este capítulo, “anuncian el final de la aventura quijotesca, o gloria del mundo de los caballeros andantes, para entrar en la santidad o gloria eterna”.

Siguiendo el curso de los razonamientos anteriores podemos inferir: a) Si don Quijote piensa que ha perdido a Dulcinea para siempre, no tiene razones para seguir viviendo, pues ya les dijo a los duques en II, XXXII, las siguientes palabras premonitorias: “quitarle a un caballero andante su dama es quitarle los ojos con que mira y el sol con que se alumbra y el sustento con que se mantiene. Otras muchas veces lo he dicho, y ahora lo vuelvo a decir: que el caballero andante sin dama es como árbol sin hojas, el edificio sin cimiento y la sombra sin cuerpo de quien se cause.”; b) De las anteriores premisas quijotescas se extrae claramente la conclusión de la próxima muerte literaria de nuestro héroe.

b) La entrada en la aldea.

La segunda parte del texto se concentra en los recibimientos que les hacen. Teresa, en un principio se siente desolada por el aspecto que traía Sancho, que para ella más parecía desgobernado que gobernador; pero cuando éste la consuela, diciéndole que traía dineros, forma un grupo familiar muy bien avenido, con su hija y con Sancho, y se marchan a casa.

Don Quijote, cuando entra en su casa, sin guardar términos ni horas, les cuenta al Cura y al Bachiller sus proyectos. Con estos planes se da fin también al mundo de la caballería andante, pero especialmente a las ilusiones de don Quijote para que imperen en el mundo: la justicia, la generosidad, la integridad, el valor, en definitiva la virtud. Esta vida de acción, como dice Casalduero, se transformará en los amorosos pensamientos de la vida pastoril 
La hispanista y profesora Willard F. King comenta este capítulo, teniendo en cuenta diversas referencias que a lo largo de la obra están presentes en él: Considera la autora que don Quijote al regresar a su pueblo vencido  y como consecuencia de ello melancólico, todas las interpretaciones que hace de las cosas que oye y ve están llenas de tristeza: al reñir dos muchacho y decirle el uno al otro "que no la vería más en su vida", don Quijote interpreta que esa frase la decía por él, en el sentido de que no vería más a Dulcinea. 
A partir de aquí aprecia la autora los agüeros que ve don Quijote. En la primera parte, no los hay y en la II, nos los encontramos en el 4, 8, 9, 22, 41, 58 y 73. En II, 4, los relinchos de Rocinante los ve don Quijote como presagio feliz para su tercera salida; en el 58, rechaza los agüeros, como una superstición del vulgo.
La liebre, para esta profesora representa la castidad femenina, es decir, Dulcinea; la jaula es también símbolo de Dulcinea; esta jaula contrasta con  la de los leones en II,!7, así como con la gran jaula en la que él regresa  encantado a su aldea.
Sancho ha cogido la liebre, símbolo de Dulcinea,  y se la ha dado a don Quijote; éste se la da a unos cazadores; esto lo ve la autora como jndicio de que se está muriendo en don Quijote la ilusión de Dulcinea.



martes, 15 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXXII. DECLARACIÓN JUDICIAL DE DON ÁLVARO TARFE




Pasaron aquel día en el mesón, esperando la noche: Sancho para terminar los azotes; don Quijote para verlos terminar. Llegó al mesón un caballero, acompañado de sus criados. Uno, lo llamó don Álvaro Tarfe ( Es,  en efecto, un personaje del Quijote de Avellaneda, que lo presenta camino de Zaragoza). Don Quijote le dijo a Sancho que ese nombre lo había visto él cuando hojeó la segunda parte.

La mesonera le dio al caballero una habitación al lado de la de don Quijote. En el portal del mesón se presentaron; Don Álvaro le dijo que era amigo de don Quijote y que en Zaragoza intervino para que no le azotase el verdugo.

Después de haberle contado estos incidentes, don Álvaro llegó a la conclusión de que estaba delante de los auténticos don Quijote y Sancho. Dijo Sancho que nada tenía que ver él, con el falso, soso y ladrón Sancho Panza; que era él quien tenía más gracias que lluvias y su señor era el valiente y generoso caballero don Quijote de la Mancha. Le manifestó su conformidad don Álvaro y para demostrarle don Quijote que no era el mismo que el de Avellaneda, le dijo que nunca había estado en Zaragoza; que no quiso ir allí, “por sacar a las barbas del mundo su mentira, y, así, me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y belleza, única”. Le pide a continuación que declare delante del alcalde del lugar que ni él, ni Sancho eran los que aparecían en la ya impresa segunda parte.

Era la hora de la comida. Entró el alcalde del pueblo con un escribano. A petición de don Quijote, don Álvaro declaró que no era el mismo don Quijote “que estaba allí presente que el que aparecía impreso en una historia intitulada Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas.”

Llegó la tarde, abandonaron el mesón y a eso de media legua cada uno tomó su camino: don Quijote a su aldea; don Álvaro a Granada, calificada por don Quijote como ¡buena patria!. Aquella noche Sancho cumplió la penitencia con su fingida flagelación, con lo que quedó don Quijote contento e ilusionado, esperando la llegada del día para poder ver desencantada a Dulcinea y topársela en su camino a la aldea.

Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta, desde la cual se divisaba su aldea. Sancho se apeó del rucio e hincándose de rodillas, saludó emocionado a su patria a la que regresaba, “si no muy rico, muy bien azotado”; don Quijote, vencido por brazos ajenos, pero vencedor de sí mismo, que era la mayor victoria que pudiera desearse. Dice Sancho haber salido con dinero por los azotes que se ha dado, hecho que es recriminado por don Quijote e, imaginándose la nueva vida pastoril, bajaron la cuesta, camino de su aldea.



Comentario

En la venta en la que Sancho termina de darse los fingidos azotes que le faltan para desencantar a Dulcinea, encuentra don Quijote a uno de los personajes importantes del Quijote de Avellaneda: Don Álvaro Tarfe ( (Es un personaje del Quijote de Avellaneda, que lo presenta camino de Zaragoza). No cabe duda de que Cervantes muestra simpatía por este personaje porque va a ser el testigo que le diga al mundo la falsedad del Quijote ya impreso, compuesto “por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas”; pero además, nos lo presenta como un caballero, acompañado de sus criados, que busca pasar la siesta en una posada que “parece limpia y fresca”.  El caballero muestra buenas costumbres, ya que después de llegar, se vistió con ropas adecuadas al verano. En el Quijote de Avellaneda también fue muy bien tratado Alvaro Tarfe. Se decía que “descendía del antiguo linaje de los moros Tarfes de Granada, deudos cercanos de sus reyes y valerosos por sus personas”.  

Pues bien, este caballero, cuyas opiniones son significativas, es el que elige don Quijote para que realice una declaración judicial en la cual constase que “él no era ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos”. La declaración se hizo con todos los requisitos legales, “con lo cual quedaron don Quijote y Sancho muy alegres, como si les importara mucho semejante declaración y no mostrara claro la diferencia de los dos don Quijotes y la de los dos Sanchos sus obras y sus palabras”. Cervantes nos quiere decir que en ciertas circunstancias, en el mundo social, los documentos judiciales legalizados son las pruebas necesarias para validar hechos como éstos: las falsedades literarias

 Abandonaron la venta y se despidieron: Don Quiote a su aldea y don Álvaro a Granada. Se ha comparado el regreso de Tarfe a Granada con el de Ricote, vecino de Sancho, a su pueblo: los dos son moriscos, en buena posición económica y por los cuales muestra simpatía Cervantes.

Una vez más, el tema del engaño, muy presente en la obra, y que he ido analizando a lo largo de los capítulos, lo encontramos aquí: el de Avellaneda ha querido engañar al mundo, llevado de la fama del Quijote auténtico y, Sancho, una vez más, engaña a don Quijote con sus falsas flagelaciones. Don Quijote ha vivido engañado con la promesa de Merlín “y siguiendo su camino no topaba mujer ninguna que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso, teniendo por infalible no poder mentir las promesas de Merlín”.

Cuando ven su aldea, Sancho manifiesta el sentido que tuvo para él su salida. Quiso solventar su situación económica y ganar dinero, como muchos labradores contemporáneos suyos, de ahí que diga: “Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo, que según él me ha dicho, es el mejor vencimiento que desearse puede”. Otra vez, dos valores opuestos: el realismo económico frente a la autenticidad y la aceptación de sí mismo.  Don Quijote “viene vencedor de si mismo”, porque ha aceptado su derrota con lo que esto implica: entrar en la vida pastoril, donde según él “daremos  vado a nuestra imaginaciones” .  Este vencerse a sí mismo, es una máxima estoica, que tiene, según Fernando Ramos Feito, en Dos notas sobre el Quijote y la tradición clásica, su origen el Libro I de la Leyes de Platón Allí, en el diálogo entre un cretense y un lacedemonio, después de revisar las clases de guerras, se refieren a la guerra personal que puede tener una persona cuando hay discordancia entre los impulsos: “Y en esta guerra, el vencerse uno a sí mismo es la primera y la mejor de todas victorias”. 
                                                
Dejo para el final del comentario el fervoroso elogio de Cervantes a Barcelona, pues como muy bien escribe Agustín -G de Amezúa, en" Cervantes, creador de la novela corta española" "De ninguna otra provincia de España ni habitadores suyos escribió Cervantes tantos y tan calurosos elogios...". Hay que señalar, como muy bien resalta Martín de Riquer en Cervantes en Barcelona, que el autor del Quijote tenía un gran aprecio por esta ciudad, lo puso de manifiesto ya en Las dos doncellas,  impresa en 1613, cuando los personajes llegan a la ciudad: "Admiroles el hermoso sitio de la ciudad y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de los moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo.". Esta alabanza la vuelve  la vuelve a reiterar en este capítulo LXXII, impreso en 1615. 
Los encomios de Cervantes a Barcelona "fueron objeto de dos pormenorizados estudios, titulados  Elogios de Cervantes a Barcelona , de Juan Suné Benages, y el segundo Cervantes y sus elogios a Barcelona, de Manuel Montoliu y José Mª Casas.
De los mencionados encomios a Barcelona, la tradición ha querido inferir que Cervantes vivió en Barcelona, y de hecho se señala la casa situada en el Paseo Colón nº2, como la casa de Cervantes. Es
fácil pensar que "Cervantes fue muy bien acogido en Barcelona... "albergue de los extranjeros", donde se le trató con extrema cortesía "archivo de cortesía". Pero es rigurosamente cierto que Cervantes, en ninguna de sus obras, afirmó que hubiese residido en Barcelona y que no se conoce ningún documento fehaciente contemporáneo que atestigüe que en algún momento de su existencia el escritor morara en la capital catalana". Riquer, libro citado, pág.17
Estos encomios a Barcelona le sirven de acicate al lector para entender mejor esta hermosa ciudad. 
La profesora de Literatura Española de la Universidad de Palermo María Caterina Ruta, comenta este capítulo focalizando la importancia de don Alvaro Tarfe como personaje de ficción del que se vale  Cervantes para castigar al de Avellaneda. La tesis que sostiene la autora es que los dos Alvaros comparten rasgos comunes: "modales aristocráticos, riqueza y cultura"; Encuentra el mérito del Álvaro cervantino en que de una manera "adecuada a las circunstancias desmiente a Avellaneda y certifica  la autenticidad de la pareja cervantina". 
"Utilizando las mismas armas del otro escritor, Cervantes parece confirmar la legalidad de la imitación. Con su sonrisa irónica le está enseñando a Avellaneda un uso creativo de las invenciones ajenas"

viernes, 11 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXXI. LOS AZOTES DE SANCHO Y LA COEXISTENCIA DE DOS MUNDOS: GENEROSIDAD FRENTE A PRAGMATISMO




Iba don Quijote triste por haber sido vencido y alegre porque la virtud de Sancho había resucitado a Altisidora. Sancho se sentía decepcionado porque ni había recibido las camisas prometidas por la doncella, ni había cobrado honorarios como los médicos; por esta razón se prometió “que si me traen a las manos otro algún  enfermo, antes que le cure me han de untar las mías (me han de pagar), que el abad de donde canta yanta (que cada uno vive de lo que trabaja), y no quiero creer que me haya dado el cielo la virtud que tengo para que yo la comunique con otros de bóbilis, bóbilis (gratuitamente, de balde).

Don Quijote se hizo eco de las palabras de Sancho y le contestó que se azotase por Dulcinea y cobrase del dinero que llevaba. A Sancho se le abrieron las orejas un palmo, dijo que cobraba por el amor que sentía por sus hijos y su mujer. Sacó la cuenta con todo detalle: cobrando por azote un cuartillo (un cuarto de real), sacaría un total de ochocientos veinticinco reales. Terminó diciendo que entraría en su casa rico y contento, pero azotado porque no se toman truchas…(el refrán termina …a bragas enjutas, suprimida esta última parte por ser muy conocido, indica que el que quiere truchas tiene que mojarse).

Don Quijote, emocionado, le dio su aprobación, Sancho le contestó diciendo que al buen pagador no le duelen prendas (Explica que el que quisiere cumplir con lo que debe no le importa dar alguna garantía),  que empezaría esa misma noche. Después de cenar, una vez que Sancho hizo un látigo con el cabestro y la jáquima del rucio, se retiró de su amo y se metió entre unas hayas. Le dijo don Quijote que se diera los azotes que correspondían y, para que no perdiera “por carta de más ni de menos”,( que se diera el número exacto),  él los contaría.  

Sancho empezó azotándose, pero a los seis o siete azotes cambio de parecer y comenzó a azotar los árboles cercanos con unos suspiros tan grandes que parecía que se le arrancaba el alma. Don Quijote, temeroso por su salud, consideró que “se le debía de dar tiempo al tiempo, que no se ganó Zamora en una hora” y dado que le había contado más de mil azotes, decía que “el asno, hablando en grosero, sufre la carga, más no la sobrecarga” (la paciencia tiene sus límites). Sancho, el socarrón, le replicó que se daría otros mil más, para que no se pudiera decir de él: “a dineros pagados, brazos quebrados” (cuando ya se ha cobrado no se cumple lo acordado).

A la mañana siguiente reanudaron su camino. Llegaron a un mesón, que don Quijote reconoció como tal, pues desde que fue vencido discurría con mejor juicio. De las paredes de la habitación en la que se alojaron colgaban unos tapices con temas clásicos,  muy mal pintados, alusivos al rapto de Elena(DParis(segundo hijo del rey de Troya) fue acogido por Menelao y le raptó (se llevó ) a su mujer, Elena) en su casa y, a la separación de Dido y de Eneas (Tras huir de Troya, Eneas naufraga en Cartago; Eneas, príncipe de Troya, se enamora de la reina de Cartago Dido; las brujas conspiran contra este amor; Eneas se marcha y Dido se deja morir tras la salida de Eneas). Don Quijote comentó que si tanto Elena como Dido hubieran nacido en esta época, él las hubiera socorrido, matando Paris. 
Dice Sancho que no pasaría mucho tiempo en que se vieran las historias de sus hazañas en las ventas, mesones y tiendas de barbero, pero mejor pintadas que aquellas. Don Quijote le dio la razón, añadiendo que el pintor sería como  Orbaneja, pintor de Úbeda, que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: “Lo que saliere”. Esta forma de trabajar es la que cree don Quijote que tiene el “pintor o escritor” del falso Quijote que pintó o escribió lo que saliere; compara también a Avellaneda con el poeta Mauleón, que cuando le preguntaban qué quería decir "Deum de Deo"( Dios de Dios) , él contestaba "Dé donde diere".   A continuación le preguntó a Sancho que cuándo finalizaría con la tanda de azotes que le faltaban, a lo que éste contestó con una serie de refranes, aludiendo a que cuanto antes se acabaran, mejor: “en la tardanza está el peligro,(la demora en la ejecución de una acción puede hacerla fracasar) y a Dios rogando y con el mazo dando (hay que trabajar para conseguir lo que se desea)y más vale un toma que dos te daré, (no hay que dejar lo seguro por cosas mejores, pero dudosas), y el pájaro en la mano que el buitre volando”. Una vez más, le rectificó don Quijote su forma de expresarse, diciéndole: “habla a lo llano, a lo liso, a lo no intrincado, (…), y verás como te vale un pan por ciento” (sacarás mucho provecho). Sancho prometió enmendarse.

Comentario

Empieza el capítulo señalando las dos actitudes antitéticas en las que se movía don Quijote: la tristeza, por haber sido vencido y obligado a renunciar a su labor de caballero andante, y la alegría porque había descubierto que el poder de Sancho para curar maleficios, aseguraba el desencanto de Dulcinea. Sancho, coherente con su personalidad y su cultura, se lamentaba de no haber cobrado nada; por lo tanto, se dijo que si los médicos “que con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro sino firmar unas cedulillas de algunas medicinas, (…) a mi, que la salud ajena me cuesta gotas de sangre, pellizcos, alfilerazos y azotes, no me dan un ardite”. De lo anterior se infiere que no está dispuesto a servir a nadie si no cobra. Esto da lugar a una relación diferente a la que antes había entre Caballero y Escudero. En la primera parte del libro, Sancho vive pendiente de la ínsula y de las quimeras de don Quijote; en esta, es don Quijote quien vive pendiente de la voluntad de Sancho.

Al darse cuenta del razonamiento de Sancho, basado en el refrán: “no se toman truchas a bragas enjutas”, decide que tiene que pagarle quien requiera su poder.  Sancho se ha dado cuenta de que ya no tiene que buscar la ínsula, la lleva con él; sólo tiene que explotarla, por eso “abrió Sancho los ojos y las orejas de un palmo”, cuando don Quijote le dijo que le pagaría al contado, vio que el gran negocio estaba hecho. También se da cuenta de que fácilmente puede engañar a don Quijote y empieza a azotar los árboles, en vez de azotarse él.

Tanto Sancho como don Quijote vuelven a resaltar sus dos rasgos diferenciadores: la generosidad y liberalidad en uno, frente al realismo egoista en el otro. Son dos mundos que, como dice el profesor Joaquín  Casalduero, coexisten, queriendo el segundo imponer sus leyes al primero. Una vez más, vemos dos fenómenos intemporales anclados en la naturaleza humana.

Don Quijote y Sancho han llegado al mesón en el que se hallan unos tapices sobre temas antiguos, muy mal pintados. Tanto Sancho como don Quijote se ven ya como héroes de su época, puestas sus hazañas en las ventas, mesones y tiendas de barbero. La calidad del arte de la pintura le sirve a don Quijote para reflexionar sobre el arte verdadero, frente al falso. El primero, tiene sentido y sabe lo que quiere decir; el falso se parece al del pintor Orbaneja,” que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: “Lo que saliere”; y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: “Este es gallo”. De esta manera me parece a mí, Sancho, que debe ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a la luz la historia de este nuevo don Quijote: que pintó o escribió lo que saliere”. “El nombre Orbaneja, desde entonces se convirtió en proverbial para designar a cualquier pintamonas”. Avalle Arce.
El catedrático de la Universidad de Massachussets, Harry Sleber, afamado cervantista, cuando comenta este capítulo, pone el foco de su atención en la estancia de nuestros protagonistas en la "sala baja" del mesón en la que pasan la noche; colgadas en la pared del mesón hay unas "sargas"o tapices en los que están pintados las historias del rapto de Elena por Paris y el de "Dido y Eneas". Don Quijote ya fue identificado por Altisidora como el nuevo fugitivo Eneas (2. 44) Este personaje, como sabemos por la mitología,  abandonó a Dido, a consecuencia de ello, ella murió. Así dijo sentirse Altisidora. Don Quijote le reprocha que él no es Eneas, sino el más grande caballero, al servicio de su enamorada Dulcinea.  Las pinturas del mesón le permiten a don Quijote criticar al falso Quijote de Avellaneda, que anteriormente situó en el infierno. Compara a Avellaneda con el pintor Orbaneja y con el poeta Mauleón , que uno pintaba lo que saliere y otro decía que dé donde diere.                        

El catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense, Francisco Calvo Serraller, en un  artículo periodístico: Las mil caras de Don Quijote, después de repasar las pinturas más significativas que sobre el libro se han realizado, concluye diciendo que gracias a que la pintura se desliteraturizó en el XX, paradójicamente se agudizó la inspiración plástica; con esto “se provoca un mayor desafío creador. En este sentido, los artistas contemporáneos han llevado a cabo versiones más personales…todos ellos rinden un tardío homenaje al vituperado Orbaneja, porque lo que a ellos les salen son originalidades en paralelo, parezca gallo o lo que fuere”

martes, 8 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXX. EL INGENIO DE DON QUIJOTE Y LA PERSPICACIA DE SANCHO DESCUBREN LAS TRAZAS DE ALTISIDORA




Sancho durmió aquella noche en la misma habitación que don Quijote, pero se hubiese excusado de ello si hubiera podido,  porque sabía que su señor no le dejaría dormir. En efecto, nada más entrar en la habitación, don Quijote le preguntó por la opinión que le merecía lo que había presenciado de la muerte de Altisidora. Sancho le contestó que la salud de la doncella,  “una joven más antojadiza que discreta”, nada tenía que ver con los alfilerazos que a él le habían dado, sino más bien con encantadores que había en el mundo, y que por favor, le dejara dormir porque “el sueño es alivio de las miserias de los que las tienen despiertos”.

(Cide Hamete cuenta a continuación, que el bachiller Sansón Carrasco pasó por el castillo de los duques, porque el mensajero que le llevó la carta a Teresa le dijo que éstos estaban allí. Se presentó y le contó su plan al duque. Este, a su vez, le habló de  las burlas y engaños que les habían hecho. El bachiller salió en busca de don Quijote. El duque le había pedido que una vez se enfrentase con  don Quijote, pasase por allí y le contase lo ocurrido. Enterado el duque de que don Quijote regresaba vencido, camino de su aldea, mandó a sus hombres que lo buscasen por todos los caminos y lo trajesen. Cide Hamete, concluye diciendo que “tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados…”.)

A la mañana siguiente se presentó Altisidora, vestida con una túnica corta, en el aposento en que ellos se encontraban. Don Quijote rápidamente se cubrió con la ropa de la cama. Altisidora, sentada junto a la cabecera de don Quijote y, tomando como referencia el verso de Garcilaso: ! Más duro que mármol a mis quejas! le dijo que había perdido la vida por haber reprimido honestamente el amor que por él sentía y que no la hubiese recuperado si Sancho no se hubiera martirizado. Le preguntó Sancho por lo que había visto en el infierno.

Le dijo Altisidora que desde la puerta vio cómo unos diablos jugaban a la pelota (con las almas de los condenados, según la imaginación medieval (F.Rico)) con unas palas de fuego. Lo hacían con libros muy poco provechosos y todos los destrozaban. Se sorprendió porque uno de esos libros, nuevo y reciente, compuesto por un autor que dice ser de Tordesillas, titulado: Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, lo destrozaron por completo y lo arrojaron a los abismos. Dijo don Quiote que no le sorprendía nada la visión de Altisidora, porque “No hay otro yo en el mundo”. A continuación le dijo don Quijote que sentía que hubiese sufrido y muerto por él, pues nada podía hacer porque su corazón era de Dulcinea y “nadie se puede obligar a lo imposible”. Altisidora, llena de ira le increpó llamándolo “don bacallao” (escuálido, amojamado) y “don vencido”, que su amor había sido fingido y que jamás hubiese dejado morirse por él. Sancho intervino para decir que “esto del morirse los enamorados es cosa de risa: bien lo pueden ellos decir, pero hacer, créalo Judas”.

A continuación entró el músico que entonó las estancias la noche anterior y dado que algunos de los versos pertenecían a Garcilaso le preguntó don Quijote que qué tenían que ver con la muerte de Altisidora. El músico le respondió: “No se maraville vuestra merced de eso (…), que ya entre los intonsos poetas (principiantes) de nuestra edad se usa que cada uno escriba como quisiere y hurte de quien quisiere, venga o no venga a pelo de su intento, y ya no hay necedad que canten o escriban que no se atribuya a licencia poética”. Entraron después los duques. La duquesa le pidió su opinión sobre Altisidora; don Quijote le contestó que “todo el mal de esta doncella nace de la ociosidad, cuyo remedio es la ocupación honesta y continua”. Sancho coincidió con don Quijote. Entró Altisidora y volvió a escenificar improperios contra don Quijote. El duque respondió con los siguientes  versos de un romance;  “Porque aquel que dice injurias / cerca está de perdonar” ( se refiere a los enamorados)

Después de comer con los duques, partieron del castillo.



Comentario

Analizado el capítulo desde el realismo filosófico, nos llevaría a los siguientes hechos: Sancho, si hubiera podido, no hubiera dormido en la misma habitación que don Quijote porque sabía que no lo dejaría dormir, ya que había vivido muchas sorpresas, especialmente la muerte de Altisidora por el desamor que éste le demostró. Sus pronósticos se cumplen y nada más entrar en la habitación, don Quijote le pregunta: “¿Qué te parece, Sancho, del suceso de esta noche?. Sancho le responde que nada tenía nada que ver con ella, que era una “doncella más antojadiza que discreta (…) Ahora sí que vengo a conocer clara y distintamente que hay encantadores y encantos en el mundo, de quien Dios me libre, pues yo no me sé librar”. Los encantadores son los hombres y los encantos, las mentiras y engaños que trazan. Sancho se dio cuenta ya, en el capítulo anterior,  cuando le echaron encima el sambenito y le pusieron el capirucho pintado con llamas y diablos: “como no le quemaban no las estimaba en dos ardites”.  Cuando le dicen que tiene que sufrir los alfilerazos y los pellizcos, contesta: “¡Esas burlas a un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus, tus!”, es decir, a otro con estas bromas, que a mi no me engañáis. De acuerdo con lo anterior, lo único que desea es dormir, porque “el sueño es alivio de las miserias de los que las tienen despiertos”. Efectivamente, desgracia e infortunio, es lo que tuvo él, por culpa de las mentiras y burlas de los duques.

Esta interpretación realista, basada en la identificación encantadores con embusteros y mentirosos, se vuelve a reiterar más adelante cuando Cervantes explica por boca de Cide Hamete cómo los duques le dijeron al bachiller: 1. La burla que Sancho había hecho a don Quijote “dándole a entender que Dulcinea estaba encantada y transformada en labradora; 2. La burla que ellos le habían hecho a don Quijote “con la traza del desencanto de Dulcinea, que había de ser a costa de las posaderas de Sancho; 3. El engaño de la duquesa a Sancho, queriéndole hacer creer que Dulcinea estaba encantada; 4. La brutal llamada de Altisidora a don Quijote: ¿Pensáis por ventura, don vencido y don molido a palos que yo me he muerto por vos?. Todo lo que habéis visto esta noche ha sido fingido”.; 5.  La interpretación de Sancho sobre las mentiras del desamor: “…esto del morirse los enamorados es cosa de risa: bien lo pueden ellos decir, pero hacer, créalo Judas”.

Asistimos después a la escena de Altisidora, sentada junto al lecho de don Quijote, como se sentó doña Rodríguez en el capítulo XLVIII. Sancho le pregunta por lo que ha visto en el infierno y ésta contesta narrando una escena quevedesca en la que los diablos van jugando con palas de fuego con los malos libros. Destaca entre ellos el falso don Quijote, tan malo que ni siquiera lo quieren para jugar.  Esto le sirve a él para decir que “No hay otro yo en el mundo”. Una frase a la que Unamuno, en Vida de don Quijote y Sancho, le atribuye una especial significación: “He aquí una sentencia que no hemos de olvidar nunca (…)Cada uno de nosotros es único e insubstituible(…)Cada cual de nosotros es absoluto.”. Personalmente entiendo que la frase anticipa la teoría de la individualidad del yo. El hecho de que se forma la conciencia por la interacción de la mente con el mundo que la rodea. Proceso individual que da origen a la persona. (Los que estén interesados por estos problemas pueden consultar el libro de Popper: El yo y su cerebro ).

La última escena en la que la duquesa le pregunta a don Quijote que si Altisidora ha vuelto a su gracia, éste le responde que “todo el mal de esta doncella nace de ociosidad, cuyo remedio es la ocupación honesta y continua”. Lo anterior, entiendo que lo dice don Quijote, desde un punto de vista irónico, ya que Altisidora le ha dicho que en el infierno, las doncellas pasan el tiempo haciendo randas (encaje de bolillos). “Y pues ella las debe de saber hacer, no las deje de la mano”.


Otras interpretaciones

1 Para el catedrático Avalle Arce, en Don Quijote como forma de vida, analiza toda la aventura de Altisidora como una parodia esperpentizadora del amor cortés: “El regocijado tono de las aventuras no nos debe hacer perder de vista el hecho fundamental de que todo el episodio está montado sobre lugares comunes del amor cortés. Si invertimos una vez más los papeles podemos decir que Altisidora es a Grisóstomo lo que don Quijote es a Marcela, y en la base de la tragedia, o de su parodia se halla el fiel amante”.

2. Para el catedrático Joaquín Casalduero, la actuación de Altisidora habría que situarla en el sentido educador de la novela, pues “la comedia de Altisidora –lo mismo sucederá con cierta comedia del Barroco, y aún más del Rococó- tiene como verdadero desenlace una lección para la vida práctica.”
3, Para la hispanista y catedrática de la Universidad de Montpellier Monique Joly, en su comentario a este capítulo,  destaca dos aspectos: a) El homenaje que Cervantes hace a la poesía de Garcilaso cuando Altisidora, increpa a don Quijote  por haberla desdeñado. Pone la doncella como base de su afrenta el verso de la Égloga I ! Oh más duro que mármol a mis quejas! Todo ello sirve para resaltar la farsa y burla de la representación burlesca de Altisidora.
b) La visita de Altisidora al otro mundo le sirve a Cervantes como pretexto para hacer un ataque a Avellaneda. Esto le sirve de prólogo para criticar las prácticas que usan los actuales poetas. También es significativo que entre en la habitación de don Quijote el músico y poeta que en el capítulo anterior cantó una estancia queriendo imitar a Garcilaso y le salió como aquel pintor de Orbaneja del capítulo 2.III, que pintaba "lo que saliere" 

jueves, 3 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXIX. FUNERAL POR ALTISIDORA Y JUICIO INQUISITORIAL A SANCHO



Los jinetes se apearon, cogieron a don Quijote y a Sancho y los llevaron en peso y arrebatadamente al patio del castillo. Estaba iluminado por casi cien hachas y más de quinientas luminarias. En el centro del patio se levantaba un túmulo y sobre él yacía el cuerpo de una muchacha de gran hermosura, coronada de flores. A un lado del patio se levantaba una tarima, en cuyo centro estaban sentados los jueces mitológicos del infierno: Minos y Radamanto, con sendas coronas y cetros en las manos. A un lado de la tarima había dos sillas en las que los jinetes  sentaron a don Quijote y a Sancho, ordenándoles que estuviesen callados. Poco después subieron los duques y ocuparon dos sillas de honor junto a las de los jueces.

Apareció un criado del duque, se acercó a Sancho y le echó encima una ropa de bocací negra (ropa de mala calidad), pintada con llamas de fuego y le puso en la cabeza una coroza (cucurucho de cartón) pintada de diablos, pareciéndosele a los penitenciados del Santo Oficio. Tal imagen daba que don Quijote no paraba de reírse. En medio del silencio se oyó un agradable sonido de flautas. Inesperadamente apareció un joven, vestido de romano y, al sonido de un arpa que tocaba, entonó unas estancias dedicadas a Altisidora, muerta por el desdén de don Quijote, deseándole que recupere la vida al sonido de su voz.

Ordenó Minos (guardián del infierno) que terminara la canción porque ya era conocida la fama y gracia de Altisidora. Su vuelta a la vida habría de pasar por la tortura que debería sufrir  Sancho Panza, pidiéndole a continuación a su compañero Radamanto (guardián del, infierno) que dicte sentencia sobre Sancho para que, ejecutándola,  Altisidora recupere la vida.  Puesto en pie Radamanto ordenó a sus ministros que le diesen a Sancho veinte y cuatro cachetes, doce pellizcos u seis alfilerazos en los brazos y en los lomos. Sancho se opuso de inmediato, argumentando que nada tenía que ver con la muerte de Altisidora. Dado que también le habían pedido que se azotase por Dulcinea, dijo los siguientes refranes: “Regostose la vieja a los bledos… ( “Se aficionó la vieja a las acelga; no dejó verdes ni secas; se refiere al empeño con que se persevera en un gusto o una manía); “!Esas burlas a un cuñado, que yo soy perro viejo, y no hay conmigo tus, tus” ( “a otro con esas burlas; a mí no me engañarán).

Imprecó a Sancho duramente Radamanto para que permitiese que unas dueñas que estaban entrando le hiciesen lo que él había ordenado; se opuso Sancho, argumentando que prefería que le gatearan el rostro como le ocurrió a don Quijote, pero no que no que lo castigaran las dueñas. Intervino don Quijote diciéndole que lo permitiese porque  el cielo le había dado la virtud de desencantar a los desencantados y resucitar a los muertos. Cedió Sancho. Permitió los cachetes y los pellizcos, pero no pudiendo sufrir los alfilerazos, cogió un hacha y corrió a las dueñas y a los verdugos.

Altisidora, cansada de estar en posición supina (boca arriba), se volvió de lado. Todos gritaron que Altisidora estaba viva. Don Quijote le pidió a Sancho que se azotase, pero Sancho se negó, argumentando que –“Esto me parece argado sobre argado (enredo sobre enredo), y no miel sobre hojuelas” ( prov. utilizado para decir que una cosa es doblemente buena).  Dice que se siente mal porque “para curar los males ajenos tengo yo de ser la vaca de la boda” (vaquilla que se corría en las bodas como diversión y recibía los consiguientes golpes).

Se levantaron los duques. Sonó la música. Todos fueron a recibir a Altisidora que bajaba del túmulo. Al pasar junto a don Quijote le echó en cara su crueldad.  A Sancho le agradeció lo que había hecho por ella. En prueba de ello le prometió regalarle seis camisas.



Comentario

En el capítulo siguiente nos enteraremos de que los duques habían ordenado que trajesen a don Quijote y a Sancho, para que Altisidora escenificase su muerte. Todo en el palacio se había dispuesto para poner de relieve el aparato de un gran funeral.

El espectáculo que ofrecía el funeral por Altisidora me recuerda el soneto que Cervantes escribió a la muerte del rey Felipe II, burlándose del soberbio túmulo levantado en la catedral de Sevilla. : “!Voto a Dios que me espanta esta grandeza / y que diera un doblón en describilla!. Si Cervantes en el soneto ironiza sobre la grandiosidad de estos funerales barrocos, no menos lo hace aquí. Alrededor del patio del castillo “ardían casi cien hachas, puestas en sus blandones, y por los corredores del patio, más de quinientas luminarias; de modo que a pesar de la noche, que se mostraba algo oscura, no se echaba de ver la falta del día”.  El túmulo “estaba cubierto con un grandísimo dosel de terciopelo negro, alrededor del cual ardían velas de cera blanca sobre más de cien candelabros de plata”. El cuerpo muerto de Altisidora era tan hermoso “que hacía parecer con su hermosura hermosa a la misma muerte”. La cabeza descansaba “sobre una almohada de brocado, coronada con una guirnalda de diversas y odoríferas flores tejida”.

 Una lectura social de estos ostentosos funerales que a veces se realizan en épocas de crisis, como la que España estaba viviendo en esta época, pone de manifiesto la irrealidad de las personas. Sabemos por doña Rodríguez, en el capítulo XLVIII, que le había pedido al duque que le ordenara al joven que se había burlado de su hija, que se casara con ella.  El duque hacía oídos sordos, “y es la causa que como el padre del burlador es tan rico y le presta dineros y le sale por fiador de sus trampas …”. Los duques, como gran parte de las grandes fortunas de la época, habían vivido por encima de sus posibilidades. Las grandes rentas feudales o coloniales que habían llevado unas vidas de loco artificio se habían evaporado. (Pierre Villar. El tiempo del Quijote. . ) De lo anterior se puede inferir que en este gran espectáculo del aparato funeral , hay cierta crítica social al irrealismo español de la época.  

Se asiste después a la parodia de una escena inquisitorial.  Al igual que en estos procesos, se dispone de “un teatro” o tarima; en el centro aparecen sentados los jueces, que en este caso son los personajes mitológicos del infierno: Minos y Redamanto, y el juicio se centra en Sancho, vestido con el sambenito que se les ponía a los acusados, con la coroza o capirote que les colocaban en la cabeza, todo pintado de llamas y diablos. El testigo canta la muerte de Altisidora: “-En tanto que en sí vuelve Altisidora, /muerta por la crueldad de don Quijote, /y en tanto que en la corte encantadora/se vistieren las damas de picote…”.  A Sancho se le condena y don Quijote se ríe. Solamente al recordarle don Quijote que tiene la virtud de desencantar y resucitar admite Sancho la sentencia. Resucita Altisidora, acusando a don Quijote que por su crueldad “había estado en el otro mundo, a mi parecer, más de mil años”.

Toda la serie de despropósitos que aparecen en la parodia inquisitorial, entiendo que corresponde al humor como lo interpretaba Cervantes: “el contraste entre lo que ocurre y lo que el lector piensa que sería lo adecuado” ( Eisemberg. La interpretación cervantina del Quijote)
La profesora Monique Joly, cuando comenta este capítulo, se fija principalmente en la burla que los duques le hacen principalmente a Sancho. Lo ponen ante un tribunal presidido por los dos demonios: Minos y Redamento. Le piden a Sancho que se deje pellizcar y acribillar por las dueñas para resucitar a Altisidora y  Sancho, de inmediato,  les recuerda que prefiere ser acometido por gatos, tal y como le ocurrió a su amo en su cuarto en el capítulo II, 46 a ser maltratada por el escuadrón de dueñas.
 Valora la profesora Monique Joly la crítica que Cervantes realiza a las prácticas del Santo Oficio, cuando describe "el atuendo de Sancho en el proceso y que la reacción de don Quijote, al verlo así ataviado, sea la de un ataque de risa"

martes, 1 de mayo de 2012

SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO LXVIII. DON QUIJOTE Y SANCHO SUFREN UNA NUEVA AFRENTA





En una noche sin luna, dormían don Quijote y Sancho; el primero se despertó y, desvelado,  llamó a Sancho y le dijo que era propio de los criados sentir los sentimientos de sus señores. Le pedía que se diese trescientos o cuatrocientos azotes a cuenta de los del desencanto de Dulcinea. Después le propuso pasar la noche cantando, a imagen de la vida pastoril que de ahora en adelante llevarían. Sancho, indignado le contestó que no, pues no era un fraile que tuviese que levantarse por la noche y azotarse. Le pidió que lo dejase dormir y que no se le ocurriera tocarle con intención de obligarlo.  Le dio una serie de razones por las que tenía que dormir porque “en tanto que duermo ni tengo temor ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita el hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor y, finalmente, moneda general con que todas cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sola una cosa tiene mal el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia”   

 Don Quijote elogió la forma de hablar de Sancho, diciéndole que se cumplía el refrán “No con quien naces, sino con quien paces” (En la vida influyen más las compañías que el origen de cada uno).

Estaban en esto cuando oyeron un fuerte ruido que se aproximaba. Puso mano don Quijote a la espada y Sancho se agazapó debajo del rucio y se protegió con las armas y la albarda como mejor pudo. Pero no pudieron evitar que una piara de más de seiscientos cerdos que unos hombres llevaban a una feria se les echaran encima. Los derribaron y les pasaron por encima. Sancho le pidió la espada a don Quijote porque quería acometer a los cerdos, pero don Quijote le dijo que los dejara porque era un castigo del cielo por haber sido vencido. Sancho le replicó que bien lo podría ser para don Quijote, pero no para él, su escudero, que no era su heredero, pues nada tienen que ver los Panzas con los Quijote. Le sugiere que vuelvan a dormir  y “amanecerá Dios y medraremos” (exp. coloq. utilizada “para indicar que el tiempo puede cambiar favorablemente las cosas”) Sancho volvió a dormirse, mientras que don Quijote, arrimado a un tronco de un árbol cantó un madrigal sobre el amor, la vida y la muerte, en clara alusión a su derrota y a la ausencia de Dulcinea.

 Al día siguiente, cabalgaron todo el día. Al declinar de la tarde vieron que se aproximaban un grupo de hombres armados, a caballo. Se sobresaltaron y don Quijote le dijo que si no fuera porque tiene la palabra dada de no hacer uso de las armas, esos que llegaban serían “tortas y pan pintado” (se dice de aquello que es bueno en comparación con otra cosa). Sin mediar palabra, los rodearon y los forzaron a seguirles, mientras, los insultaban llamándolos trogloditas, antropófagos y Polifemos matadores (Polifemo es el nombre del cíclope que devora a los compañeros de Ulises en la Odisea). Sancho decía entre sí que llamarlos a ellos tortolitas, barberos y estropajos era no conocerlos,  y que “a mal viento va esta parva” ( prov. “este asunto va por mal camino”). Llegaron al castillo del duque;   don Quijote recordó lo bien que lo trataron y dijo: "en esta casa todo es cortesía y buen comedimiento, pero  “para los vencidos el bien se vuelve en mal y el mal en peor”.



Comentario

Una vez más don Quijote se desvela. En esta ocasión porque piensa que mientras Sancho no se flagelara, no sería desencantada Dulcinea. Lo despierta para pedirle que se azote por ella, y una vez dados, pasarían a vivir el sueño de la vida pastoril. Se inicia una discusión entre ellos y, Sancho, asumiendo la realidad, reflexiona sobre la importancia del sueño. Este es uno de los pasajes que prueban la influencia recíproca entre caballero y escudero como señaló muy bien el ensayista e historiador Salvador de Madariaga en Guía del lector del Quijote: “D. Quijote y Sancho se van aproximando gradualmente, mutuamente atrayendo, por virtud de una interinfluencia lenta y segura que es, en su inspiración y desarrollo, el mayor encanto y el más hondo acierto del libro”.  Esta tesis de la interinfluencia entre uno y otro que defiende Madariaga se corrobora en las palabras que don Quijote le dice a continuación:

“-Nunca te he oído hablar, Sancho –dijo don Quijote -, tan elegantemente como ahora; por donde vengo a conocer ser verdad el refrán que tú algunas veces sueles decir: “No con quien naces, sino con quien paces” .

Viene a continuación el paso de la piara de cerdos por el mismo sitio en el que estaban cuando los atropellaron los toros. Curiosamente donde habían vivido las escenas de la fingida arcadia del cap. 2. LVIII, don Quijote sueña con la vida pastoril. Sin embargo, el contrate es enorme. La ilusión que vivió don Quijote la barrieron los toros en el capítulo 2. LVIII; en éste la barrerá una piara de cerdos. Una lectura que remita al dominio lingüístico de Cervantes y de sus lectores contemporáneos, nos llevaría a pensar en:

a)      el autor quiere mover al lector a unas situaciones cómicas y de burla a don Quijote;

b)      el contraste entre el mundo de la realidad y el mundo poético;

c)       “El enfrentamiento entre el mundo de lo social, representado por el trabajo que el hombre realiza con los toros y con los cerdos, y la vida soñada, representada por las ilusiones de don Quijote de vivir la vida idealizada de la arcadia.” (Casalduero)
d) El historiador  Carlos Romero Muñoz, cuando comenta este capítulo en la edición del Instituto Cervantes, se pone de manifiesto que con "la cerdosa aventura en la que la pareja resulta pisoteada por una gran piara de puercos, se llega al límite, al momento literalmente insuperable en el proceso de aniquilación espiritual del pobre caballero derrotado, que, en efecto, no reacciona, cantando un madrigal muy apropiado para su estado de ánimo"                                                                                   . Antes le había dicho a Sancho que manifestará sus pensamientos en un madrigal. Sancho, con gran ingenio, le dice “que los pensamientos que dan lugar a hacer coplas no deben de ser muchos”.  Efectivamente, estos pensamientos son tres: el amor, la vida y la muerte. Mezclando los tres temas, don Quijote compone un madrigal con el que “desfoga” sus sentimientos sobre Dulcinea.
 Amor, cuando yo pienso/ que el mal que me das terrible y fuerte,/ voy corriendo a la muerte,/ pensando así acabar mi mal inmenso/,,,, Así el vivir me mata, /que la muerte me torna a dar la vida./ !Oh condición no oída/ la que conmigo muerte y vida trata!/

Hechos prisioneros por unos hombres que no les explican el por qué,  son llevados al palacio de los duques.

“-¡Válame Dios! –dijo así como conoció la estancia-, ¿y qué será esto? Sí, que en esta casa todo es cortesía y buen comedimiento; pero para los vencidos el bien se vuelve en mal y el mal en peor”